«Josué le ordenó al pueblo: «Purifíquense, porque mañana el Señor va a realizar grandes prodigios entre ustedes»». Josué 3: 5, NVI
METAFÓRICAMENTE, HEMOS RECORRIDO EL DESIERTO en el peregrinaje por esta tierra y estamos a punto de llegar a la Canaán celestial. Ya hemos experimentado todo tipo de pruebas, pero también hemos visto las maravillas de Dios. Muchos han muerto en el desierto, y ahora somos una nueva generación que tendrá la oportunidad de recibir la herencia prometida.
El tiempo ha pasado y la prueba final será cruzar el río de vicisitudes de los últimos días. Humanamente es imposible cruzarlo, porque la lucha no es contra carne ni sangre, sino contra potestades de las tinieblas. Lo peor es que llevamos una carga muy pesada: nuestras tiendas de campañas, abrigos, comida y algunas otras cosas que únicamente nosotros conocemos. ¿Quién nos ayudará a cruzar el río Jordán? ¿Debemos dejar todo estorbo de este lado del río para poder entrar a Canaán? Mi decisión es firme: mi familia y yo serviremos a Dios y cruzaremos el Jordán por medio de su poder y por la gracia divina.
El autor de Hebreos menciona: «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12: 1). Al respecto, Elena G. de White declaró: «En la Epístola a los Hebreos se señala el propósito absorbente que debe caracterizar la carrera cristiana por la vida eterna […]. La envidia, la malicia, los malos pensamientos, las malas palabras, la codicia: estos son pesos que el cristiano debe deponer para correr con éxito la carrera de la inmortalidad. Todo hábito o práctica que conduce al pecado o deshonra a Cristo, debe abandonarse, cualquiera que sea el sacrificio» (Los hechos de los apóstoles, cap. 30, p. 233).
Para cruzar el Jordán, necesitamos dejar todas las cargas en este mundo y llenarnos de la energía y de la luz del evangelio. Debemos fijar nuestra mirada en Cristo y dejar que él nos guíe para poder cruzar el río. Solamente en él hay fuerzas, habilidades, visión y milagros para cruzar toda tempestad y, finalmente, llegar a la Tierra Nueva.
Acerquémonos a Cristo, y con un corazón suplicante ante el trono de la gracia, pidamos que nos acepte tal como somos; que nos limpie con su sangre derramada en la cruz y que nos mantenga firmes hasta llegar a Canaán.
Lecturas Devocionales Para Adultos 2018
Fuentes de Vida – David Javier Pérez