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Cordero

Lecturas devocionales para Jóvenes 2019

El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Juan 1:29.

Jesús vino a la tierra para ser «el Cordero de Dios” (Juan 1:29). Nació donde nacen los corderos, en un establo. Su cuna fue un pesebre, donde los corderos comen.

Jesús murió como los corderos, en un altar, solo que a los corderos les fue mejor: morían en el Santuario, frente a un venerable sacerdote, aspirando la fragancia del incienso, escuchando plegarias piadosas, en sublimes actos de adoración. Pero el Cordero de Dios tuvo por altar una cruz.

Ofensiva y espantosa, repulsiva y fantasmagórica, la cruz era epitome de crueldad. Solo una mente diabólica pudo concebir la cruz, y solo una mente sádica pudo atreverse a usarla como instrumento de ejecución. Tanto se habían degradado los gobernantes romanos, y a tal grado los habían poseído los demonios, que el uso de la cruz era frecuente, sobre todo contra los opositores a la tiranía.

Los romanos estaban exentos de la crucifixión. Pablo era romano, y murió decapitado. Pedro no era romano, y murió crucificado. Ambos fueron ejecutados por Roma. El Cordero de Dios no era romano, la cruz fue su destino.

No hubo piedad para el Cordero que Dios nos envió. Tampoco para los corderos que lo tipificaban, pero estos no eran torturados, y Jesús sí. Durante toda su vida terrenal, Jesús se comportó como un cordero: inofensivo, pacífico y dócil, discreto y gregario. Y cuando llegó el tiempo de morir, y recorrió la senda de la vergüenza, el Cordero de Dios guardó silencio.

Los corderos mueren en silencio. Así murió Jesús, el Cordero de Dios. Los corderos del altar morían por otros. El Cordero de la cruz también murió por otros: usted y yo. Los corderos del altar morían sin culpa. El Cordero de la cruz también murió sin culpa. Los corderos del altar eran comidos por los sacerdotes. El Cordero de la cruz es comido simbólicamente mediante el estudio de su Palabra escrita, la que es divina y humana como él.

¡Oh, doliente Cordero que arrastras tu cruz, llévame a tu Calvario, y hazme morir al diablo, ¡al pecado y a la carne!

365 Lecturas Devocionales Para Jóvenes 2019
Volando Alto – Alfredo Campechano