Categories

Archivos

El vicio de insultar

Matutinas para Jóvenes 2020

«No entables sin motivo pleitos contra nadie, mucho menos si no te han agraviado»

Proverbios 3:30

Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba (España) en 1561. Sus padres pertenecían a la vieja nobleza loca, lo que en el futuro le permitiría disfrutar de algunas prebendas de la catedral cordobesa. Góngora se apasionó con el lenguaje y la poesía; formó parte de los grandes literatos del Siglo de Oro español. Su virtuosismo lo llevó a servir en la corte de Felipe III y después en la de Felipe IV.

En 1608 obtuvo el empleo de capellán de honor del rey, lo que incrementó significativamente su prestigio. No obstante, sus éxitos en la poesía también le acarrearon enemigos y lo condujeron a combates literarios que se precipitaron en lo soez y lo grosero.

Mantuvo una notable enemistad con Francisco de Quevedo, quien se burlaba del supuesto origen judío del poeta cordobés con irónicos versos: «Yo te untaré mis obras con tocino / Porque no me las muerdas, Gongorilla / perro de los ingenios de Castilla / docto en pullas cual mozo de camino», aludiendo a que los judíos no consumen la carne de cerdo. Cabe mencionar que, en aquella época, la sospechosa de tener orígenes judíos condenaba a la gente a la marginación y, por supuesto, a la posibilidad de acceder a muchas instituciones civiles y eclesiásticas.

Pero se dice que su gran rival fue Félix Lope de Vega, con quien sostuvo fuertes contiendas literarias. De ahí que Góngora escribiera a Quevedo: «¿No imitaréis al terenciano Lope / Que al de Belerofonte cada día / Sobre zuecos de cómica poesía / Se calza espuelas, y le da un galope?»

¿Qué motivaba a estos genios de la palabra a atacarse de esta manera? ¿Por qué ese afán de estarse agraviando? ¿Por qué crear un ambiente de una enorme rivalidad entre poetas en una época para canalizar su enorme talento?

Hay personas en este mundo que no pueden vivir sin estar peleando con los demás. Discutir, agraviar e insultar parecen parte de su naturaleza. Pero la vida es demasiado corta como para pasarla lanzando improperios a quienes nos rodean. Por eso, el versículo de este día nos recuerda que no es bueno entablar pleitos sin motivo y ganarnos enemigos gratuitamente.

Pide al Señor que te ayude a llevarte bien con tus semejantes y te dé la capacidad de superar y resolver cualquier tipo de diferencia que tengas con ellos.