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Dios y Eva – parte 1

“Le dio esta orden: ‘Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal […], porque si lo comes, ciertamente morirás”

Génesis 2:16, 17

Eran la pareja perfecta en un mundo perfecto, con todo, absolutamente todo a su favor. Recién salido de las manos de Dios, el planeta tenía todo lo que sus corazones podían desear: emoción, belleza y mucha diversión. Y suficientes desafíos para que todo siguiera siendo interesante. Era todo suyo, excepto un único árbol.

A veces trato de imaginar ese mundo: colinas llenas de flores, árboles que se alzan hacia las nubes, el río que fluía por el medio del huerto, dóciles animales acariciando sus manos mientras un grupo de aves volando en formación gira y se zambulle a la distancia. Y por supuesto, Adán y Eva. ¿Alguna vez dos personas pudieron estar más enamoradas?

¿A qué maravillosos lugares los llevaron sus fuertes piernas? ¿De qué hablaban en las noches mientras yacían de espaldas sobre almohadas de hierba, mirando las estrellas que colgaban como racimos de frutas fuera de su alcance? Y más allá, en las alturas, pero también junto a ellos, estaba Dios.

Dios ha de haber disfrutado enormemente esos emocionantes primeros días. ¿Te lo imaginas tomando a Adán y a Eva de la mano alegremente para mostrarles cada sorpresa de la creación? Y cada día había más gozo, cada año era más maravilloso que el anterior. Lo único que debían hacer era mantenerse alejados del árbol con el curioso nombre de “Árbol del conocimiento del bien y del mal”.

¿”Del bien”? Ellos conocían el bien a su manera inocente. El bien estaba en todas partes, ¿no es así? Pero, ¿”el mal”? ¿Qué era eso? Sin embargo, Dios había dicho claramente: “No coman de este árbol, ya que si lo hacen, morirán”. Era un mandato con una advertencia.

Me gustaría saber cuántos años pasaron sin preocupaciones; cuántos sábados estuvo Dios con ellos caminando sobre las altas montañas verdes, explicándoles misterios que aún no conocemos. ¿Tenían animales favoritos, a los que les colocaban nombres mientras trabajaban?

¿Criaban pollitos y se maravillaban al verlos? ¿Y cómo fue ese día en el que Eva se detuvo junto al árbol prohibido para escuchar el atractivo susurro del enemigo, diciéndole: “De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto” (Gén. 3:1)?

¿Y por qué no corrió Eva por su vida?

Continuará.

Tompaul Wheleer tiene un máster en Cinematografía y es director de películas y documentales cristianos. Vive en Tennessee, Estados Unidos.