“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”
Hebreos 4:16
Pablo nos dice que Cristo simpatiza y se compadece de nosotros. Es que él mismo vivió sin pecar, murió, resucitó, e intercede como Sumo Sacerdote. Por eso, nos desafía a hacer tres cosas respondiendo las preguntas: ¿Qué? ¿Cómo? y ¿Dónde?
¿Qué? El apóstol dice acerquémonos. El hombre construye muros y abismos, Dios construye puentes y caminos. Cristo es el Camino. Acercarse es nuestra respuesta a la iniciativa de Dios. Nadie que se acerca recibe migajas, o sobrantes. No son monedas las que nos aguardan sino las abundantes riquezas de la gracia de Dios, vida y en abundancia.
¿Cómo? Confiadamente. La confianza no está basada en nuestros méritos, recursos o influencias. La seguridad está anclada en Dios. No es por quién soy yo, sino por quién es él. Elena de White afirma que “debemos recibir la seguridad de que no necesitamos ir al cielo para traer a Jesús junto a nosotros, ni a lo profundo para acercarlo a nuestro lado, porque está a nuestra mano derecha, y su ojo está siempre sobre nosotros. Siempre debemos tratar de comprender que el Señor está muy cerca de nosotros para ser nuestro Consejero y Guía. Es la única forma en que podemos tener confianza en Dios” (Hijos e hijas de Dios, p. 29).
¿Dónde? Un trono es un lugar elevado destinado a la realeza. Es también un símbolo de autoridad real y soberanía. No se trata solo de un trono de gobierno, autoridad y juicio, sino también de misericordia, comprensión y gracia. Estos dos pensamientos son combinados en Jesucristo. Por esta razón, la gracia se sienta en un trono porque ha vencido al pecado, ha soportado el castigo de la culpa humana y ha derrotado a todos sus enemigos.
Isaac Newton fue un físico, teólogo, inventor y matemático inglés. Es el descubridor de la ley de la gravitación universal y, entre otros descubrimientos científicos, se destacan los trabajos sobre la naturaleza de la luz y el desarrollo del cálculo infinitesimal. Es, a menudo, calificado como el científico más grande de todos los tiempos.
Él sostuvo: “Tomo mi telescopio y observo el espacio, lo que se encuentra a millones de kilómetros de distancia. No obstante, entro en mi habitación y, por medio de la oración, puedo acercarme más a Dios y al cielo que si contara con todos los telescopios que hay en la Tierra”.
Sí, como muy bien dijo Pablo: Acerquémonos confiadamente al Trono de la gracia