Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará su nombre «Admirable consejero», «Dios fuerte», «Padre eterno», «Príncipe de paz»
Isaías 9: 6
¿HAS SENTIDO ALGUNA VEZ COMO SI EL PESO del mundo reposa sobre tus hombros; y que tus cargas son tantas y tan pesadas que por momentos amenazan con aplastarte?
Así se sentía una mañana Alfred C. McClure, para entonces presidente de la División Norteamericana; solo que él no sabía exactamente la causa de su malestar. Su carga de trabajo no era inusual; su itinerario de viajes no se veía sobrecargado, pero sentía un peso enorme sobre sí. Decidió, entonces, leer algo que lo animara; y recordó un pensamiento de Oswald Chambers que podía ayudarlo. Buscó y buscó, hasta que finalmente lo encontró. Decía:
«Echa tu carga sobre el Señor (Sal. 55: 22). Si emprendemos la realización de una obra para Dios, y perdemos el contacto con él, el sentido de responsabilidad será extremadamente abrumador. […]. «El principado será sobre su hombro». El peso de la carga se aliviará gracias a la sensación de su compañía».*
¡Era exactamente lo que necesitaba! ¿Cómo se le había ocurrido hacer la obra del Señor, sin el Señor de la obra? ¡Con razón McClure sentía que la carga del mundo pesaba sobre sus hombros!
Las palabras que leyó le recordaron que nunca estaba solo para hacer frente a sus pruebas, porque el mismo Señor que nos invita a entregarle nuestras cargas también nos exhorta a llevar su yugo. Y su yugo, vale decir, no es un peso; es un don por medio del cual él camina a nuestro lado y hace que la carga sea más llevadera. Sobre todo, las palabras de Chambers lo ayudaron a refrescar en su mente que, no importa cuán cargada esté la agenda de trabajo, o cuán fuertes sean las pruebas, nunca hemos de perder «el contacto con él»; es decir, la comunión diaria con nuestro Señor, por medio del estudio de su Palabra y la oración.**
Si estás pasando por momentos difíciles, hay al menos dos cosas que debes recordar. Una, que puedes llevar tus cargas al Señor en este instante, no importa cuán pesadas sean. La promesa bíblica es que «el gobierno descansará sobre sus hombros» (Isa. 9: 6, NTV). La otra es que bajo ninguna circunstancia debes perder el contacto con él. Cada prueba es, en última instancia, una invitación a orar. Dicho de otra manera:
«No quites de sus manos el gobierno de tu vida» (En los lugares celestiales, 2013, p. 125).
Amado Jesús, acepto tu invitación de colocar mis cargas sobre tus hombros. Y ayúdame para que nada me impida tener un encuentro personal contigo cada día.
*Oswald Chambers, My Utmost for the Highest, Oswald Chambers Pub. Assn., 1995, lectura para el 13 de abril.
** Alfred C. McClure, «Learning to Lean», en William G. Johnsson, ed., Editor’s Choice. Favorites from the Adventist Review, 1988, pp. 65-67.