Cuídate de no olvidarte de Jehová, tu Dios, para cumplir los mandamientos, decretos y estatutos que yo te ordeno hoy.
Deuteronomio 8: 11, RV95
Una vieja historia cuenta de un rabino que hace un siglo vivía en una ciudad rusa. Desilusionado por su falta de dirección y propósito en la vida, vagaba en la fresca tarde, caminando sin rumbo por las calles vacías, cuestionando su fe en Dios, las Escrituras y su llamado a ser rabino. Quedó tan envuelto en su propia desesperación que, sin darse cuenta, entró a un territorio militar al cual estaba prohibida la entrada de civiles. De repente, sus pensamientos fueron interrumpidos por el grito de un soldado ruso:
—¿Quién eres? ¿Y qué estás haciendo aquí?
—Discúlpeme —respondió el rabino—.
—Dije, ¿quién eres? ¿Y que estás haciendo aquí?
Después de pensar un poco, el rabino le hizo una pregunta al soldado:
—¿Cuánto le pagan cada día?
—¿Qué tiene que ver eso con usted? —preguntó el soldado. El rabino le respondió:
—Estoy dispuesto a pagarle esa misma suma tan solo para que cada día me haga la misma pregunta.
¿Quién eres? ¿Y qué estás haciendo aquí? Quedarse con la mente en blanco al punto de no poder recordar ni siquiera el nombre debe ser horrible. El pueblo de Dios en el pasado tenía un problema recurrente de olvido y pérdida de la identidad. De hecho, ahora que lo pienso creo que ese problema lo sufre gran parte del mundo hoy. Dios tenía que recordarles constantemente quiénes eran y eso es lo que nos muestra el pasaje de hoy. Dios advirtió que si se olvidaban de él sería un desastre, ¿por qué? Porque Dios define nuestra identidad. Saber que somos sus hijos, criatura de sus manos, es lo que nos define como seres humanos, creados a su imagen y semejanza.
Como ya te comenté, nuestro mundo está pasando por un periodo agudo de amnesia, se nos ha olvidado quiénes somos, de dónde venimos, qué es el matrimonio, cuál es nuestra identidad sexual y muchas otras cosas más. Pero si queremos salir a flote debemos tener bien claro quiénes somos y qué hacemos aquí. Por eso, el mensaje de @Dios para ti hoy es: «Eres mi hijo, creado a mi imagen y semejanza, y estás aquí preparándote para pasar la eternidad conmigo. Esa es tu identidad».