Yo le hablo a él cara a cara, ¡con claridad y no en acertijos! Él ve al Señor como él es. ¿Entonces, por qué no tuvieron temor de criticar a mi siervo Moisés?
Números 12:8, NTV.
María y Aarón empezaron a tener celos y envidia de su hermano Moisés. Esta era la verdadera raíz de sus críticas. Escondiendo sus verdaderos motivos, empezaron a criticar a su esposa, quien era de otra cultura. Cuando estés en desacuerdo con alguien, considera: ¿Cuáles son tus motivos? ¿Estás argumentando con hechos reales o estás atacando su buen testimonio? Cuando seas criticada, recuerda que quienes te critican tienen miedo de enfrentar los verdaderos motivos y se encubren en la murmuración. Siendo así, no tomes sus críticas en forma tan personal.
Este espíritu de envidia fue rechazado inmediatamente por Dios. “La envidia es una de las peores características satánicas que puedan existir en el corazón humano, y es una de las más funestas en sus consecuencias” (PP, p. 405).
Eran varios los motivos de los celos y la envidia de María y Aarón. No habían sido consultados para elegir el consejo de ancianos sugerido por Jetro, el suegro de Moisés, y Séfora estaba ejerciendo más influencia en la vida del líder que ellos mismos, y estaba ganando la simpatía de la multitud. Como asistentes de Moisés, empezaron a sobrestimar la labor que realizaban, ambicionando un puesto de mayor categoría. En su celo y envidia, olvidaron que ejercían un oficio sagrado, y empezaron a exaltarse a sí mismos. Se consideraron igualmente favorecidos por Dios y codiciaron la posición y autoridad de Moisés. Dios nos ayude a evitar ese espíritu maligno.
El Señor no tolera las críticas y murmuraciones. Seamos cuidadosos en los comentarios que hacemos respecto a nuestros líderes. Ellos no son perfectos. Moisés tampoco lo era. Cualquier queja contra su liderazgo era una inconformidad con la decisión divina. Criticar a un líder puede ser tomado como contra Dios mismo. Cada verdadero discípulo del Maestro será leal a los que tienen autoridad dentro de la iglesia, aunque parezca que hayan errado en su juicio (ver 1CBA, p. 877).
Prométele a Dios que no hablarás mal de tus líderes ni permitir que otros lo hagan en tu presencia.
