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Jóvenes al servicio

Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido.

1 Timoteo 4:6

Quedamos el otro día en que íbamos a comentar un texto de Timoteo, ¿recuerdas? Es uno de los versículos que más se mencionan en los bautismos, ya sea por elección del que se bautiza o porque es una de las dedicatorias que acompañan a los regalos. Por cierto, ¡qué bonita práctica la de agasajar a alguien que entra oficialmente en la iglesia! Habla mucho del sentido de hermandad.

Timoteo era joven. Y los jóvenes han sido iguales a lo largo de la historia. Ya lo decía Sócrates: “Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y les faltan al respeto a sus maestros”.

¡Es una broma! Los jóvenes son sinónimo de dinamismo y oportunidades. Como agentes de cambio, hicieron las mayores revoluciones. Así lo demostraron Alejandro Magno, Carl Gauss, Malala Yousafzai y Claudette Colvin entre los 15 y los 21 años. La juventud de Timoteo era, por tanto, un activo.

Timoteo, además, tenía responsabilidades en su iglesia. Eso me fascina de la iglesia primitiva, daba a los jóvenes la oportunidad de comprometerse. Se ha extendido la idea de que la juventud es la época de probar experiencias fuera de los principios divinos, porque luego llegará el tiempo de la adultez con sus seriedades.

Ese concepto es erróneo. Lo dañino es dañino siempre, tengas 40 o 17 años. Por eso Pablo le pide a Timoteo que, como buen joven, haga las cosas bien. “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Tim 4:12).

Primero, no te dejes convencer con la idea de que es poca cosa ser joven; es espectacular. Nos pasaremos la eternidad siendo jóvenes. Pensar que eres incapaz de ser maduro, espiritualmente hablando, es menospreciarte.

Un joven, afirma Pablo, puede ser ejemplo en muchos sentidos. Puede hablar la Palabra con la fuerza y la convicción de los que creen de verdad. Puede comportarse de forma que dirija sus energías hacia lo realmente importante, algo divertido pero trascendente. Puede querer como nadie, porque su amor no arrastra decepciones, es idealista.

Puede revitalizar la vida espiritual porque suele acompañarse de novedad y creatividad. Puede confiar como pocos y creer de tal forma que las montañas se vuelvan nómadas. Puede ser puro –sí, puro–, y transparente porque tiene la oportunidad de ser distinto y va a aprovecharla.

Si, como joven (o adulto), sigues los consejos de Pablo, recibirás la promesa de ser un buen colaborador de Jesús.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.