Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres y les engendraron hijos. Estos fueron los hombres valientes que desde la antigüedad alcanzaron renombre.
Génesis 6:4
La mayoría de las versiones indican que los protagonistas de este versículo eran “gigantes”, y eso ha dado lugar a múltiples interpretaciones. Se debe a que la primera traducción al griego, la Septuaginta, tradujo la palabra original así. ¿Por qué?
Simplemente, porque la raíz de esta palabra se parece mucho a cierta manera de decir “algo muy grande”. Pero el sentido del original es bastante diferente. El verbo del que proviene significa “caer’ o ‘hacer caer”.
Nos encontramos ante personas que tenían la posibilidad de hacer caer a multitudes, y tanta era su influencia que se hicieron famosos desde los períodos más remotos. El resto del relato nos va a mostrar que su influencia se dedicó al mal y, con tal actitud de violencia y depravación, arrastraron a muchos.
De hecho, el ambiente que generó tal influencia se tornó tan insostenible que Dios decidió concluir con tal situación. Envió el Diluvio.
Hoy llamamos “prescriptores” a esas personas que influyen sobre multitudes. Cuando afectan al mercado se les llama influencers, y son capaces de que llevemos la ropa más extravagante si así lo deciden.
Cuando afectan a la historia se los denomina “próceres” y son capaces, aun muertos, de modificar nuestra pertenencia social. Cuando afectan al estilo de vida se los llama celebrities y son capaces de que cambiemos nuestros hábitos para asemejarnos a ellos.
Y cuando afectan a nuestra visión del mundo, incluida la política, son “líderes de opinión” y pueden conseguir que variemos de papeleta al ir a las urnas. Los prescriptores son los “gigantes” de nuestros días. La pregunta clave en nuestra relación con ellos es: ¿Hacia dónde nos conduce su influencia? Este es un asunto realmente importante en nuestra vida.
Nosotros también influimos en los demás. ¿Cómo es nuestra influencia? ¿Somos de aquellos que alegramos un entorno solo con llegar? ¿De aquellos que congelan la más cálida de las atmósferas? ¿De los que sumamos, o de los que restamos? La segunda pregunta clave sería: ¿Hacia dónde conduce mi influencia?
Tampoco esto es un asunto menor. ¿Somos gente de bien que propone lo bueno?
Te sugiero, si te parece bien, que estos días reflexiones sobre esta cuestión y tomes decisiones meditadas. Debes recordar que es realmente poderoso ser una persona de influencia acompañada de Dios, una persona que hace el bien y ayuda a otros a hacerlo.