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Mi brazo lo fortalecerá

Mi mano estará siempre con él; mi brazo también lo fortalecerá.

Salmo 89:21

Mientras yo estaba en mi habitación de mi casa materna, escuchaba a mi madre cantar: “Ancla tenemos que nos dará apoyo firme en la tempestad; en la roca eterna fija está; solo allí tendremos seguridad”.

Terminaba el himno, y comenzaba otra vez: “Ancla tenemos que nos dará apoyo firme en la tempestad; en la roca eterna fija está; solo allí tendremos seguridad”. Y lo repitió una y otra vez.

Entonces comencé a sospechar lo que sucedía. Ese día se cumplía un año más del fallecimiento de mi hermano menor. Cuando salí de mi habitación y fui donde ella estaba, ahogada en lágrimas me abrazó y me dijo: “Siento la muerte de José como si fuera hoy.

Ya no puedo más. Estoy cantándole a Dios para que él me dé fuerzas, porque ya no puedo más”. La abracé y le dije: “Mami, ya Dios te ha dado fuerza”. Precisamente porque seguimos de pie es que podemos tener la seguridad de que el Señor nos ha estado sosteniendo.

La experiencia de José constituye un excelente ejemplo de cómo Dios fortalece a sus hijos. Conocemos el relato, así que no vamos a dedicar tiempo a explorar los detalles. Mejor vamos a leer el resumen que hace Jacob en Génesis 49:22 al 25: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, sus vástagos se extienden sobre el muro.

Le causaron amargura, le lanzaron flechas, lo aborrecieron los arqueros, mas su arco se mantuvo poderoso y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob, por el nombre del Pastor, la Roca de Israel, por el Dios de tu padre, el cual te ayudará”.

Me encanta la frase: “Y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob”. Cuando era el blanco de la envidia de sus hermanos, Dios lo fortaleció. Cuando fue vendido a una vida de esclavitud tras haber sido siempre libre, Dios lo fortaleció.

Cuando llegó como sirviente a la casa de Potifar, Dios lo fortaleció. Cuando fue enviado a la cárcel injustamente, Dios lo fortaleció. Cuando llegó a ser gobernador de Egipto, Dios lo fortaleció.

En todo cuanto hizo, Dios lo fortaleció. ¡Esa puede ser nuestra experiencia! Hoy, las manos del Fuerte fortalecerán nuestras manos débiles. Esas son las manos que nos ofrecen apoyo firme en medio de la tempestad.

J. Vladimir Polanco se ha desempeñado como pastor, profesor de teología y editor. Es el Editor de Publicaciones Teológicas de IADPA y director de la revista misionera "Prioridades", publicada mensualmente en cinco idiomas. El es el autor de varios libros.