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Demasiado para

«Ve”, respondió la hija del faraón. La joven fue y llamó a la madre del niño.

Éxodo 2:8.

Esta historia de Míriam es muy interesante. Refleja la realidad de esas sociedades en las que los hijos participan de las responsabilidades de los padres y cuidan de sus hermanos pequeños. Míriam era, seguramente, una adolescente cuando su madre le pide que siga el canasto del bebé Moisés.

Una adolescente con las dudas de cualquier adolescente, con las incertidumbres de alguien que está formando su identidad. Y allí estuvo, tras los juncos, cuando la hija de Faraón encuentra al niño.

Podía haber permanecido en su escondite pero, con la frescura y espontaneidad de un adolescente, se presentó y sugirió una nodriza. Fue un momento tenso, sin duda, ¡era la hija de Faraón! Pero su valor permitió que Moisés fuese criado por su madre. Míriam hizo lo que debía hacer sin importar qué edad tuviese.

El “edadismo” es un mal de nuestro tiempo. La sociedad pone etiquetas sociales y, por esa influencia, hacemos o dejamos de hacer cosas debido a la edad que tenemos. “Soy demasiado joven para comprometerme”; “Soy demasiado viejo para luchar con eso”;

“Estoy demasiado ocupado como para encargarme”, son algunas de las frases que acompañan a los que están afectados por el edadismo. Frases que limitan a las personas, enmarcándolas en espacios rígidos y fosilizantes.
Y en lo espiritual pasa lo mismo. Multitud de jóvenes piensan que eso de ser religioso y coherente es para cuando sean adultos. Y se equivocan, porque la Biblia está plagada, como en el caso de Míriam, de personas que fueron muy fieles y eran bien jóvenes.

Muchos ancianos evitan hacer lo que deben hacer porque se sienten sin fuerzas y mayores. ¡Cuánto estamos perdiendo por esa actitud! La experiencia de los años vividos con Cristo es de un valor incalculable. Bastantes están demasiado ocupados en sus negocios o quehaceres, y esperan que llegue el momento adecuado para cumplir la misión. Un momento que nunca llega.

El edadismo, indudablemente, también afecta a nuestra vida espiritual.

Hay una frase del cineasta Luis Buñuel que me parece digna de reflexión y, a su vez, divertida: “La edad es algo que no importa, a menos que seas un queso”. Y no somos quesos, ¿verdad? ¿No les parece que ya sería hora de salir de nuestras excusas y dar la cara a los desafíos?

Hay mucho por hacer y se necesitan personas de cualquier edad. No hay “demasiados” que no puedan ser superados porque, con Cristo en el corazón, siempre hay tiempo.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.