Los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre.
1 Tesalonicenses 4:17, DHH.
“Me resulta imposible expresar a quienes vean esto lo fabulosamente bien que me siento al ser elegida por Blue Origin para ir en este viaje”. Estas fueron las palabras de Wally Funk al enterarse de que Jeff Bezos la había escogido para viajar al espacio.
Wally llevaba más de seis décadas intentando hacer realidad un sueño que comenzó en su juventud. A los veintiún años se unió al programa Mujeres en el Espacio, pero la NASA canceló el proyecto. Sin embargo, con más de ochenta años de edad, su sueño de sobrepasar la línea de Kármán (el límite entre la atmósfera y el espacio exterior) seguía siendo atesorado en su alma.
Finalmente el día esperado llegó: el 20 de julio de 2021 la señora Wally subió a la nave New Shepard, y desde allí, a unos 106 kilómetros sobre el nivel del mar, pudo ver espectaculares imágenes de nuestro planeta.
Creo que Wally Funk tiene razón al sentirse privilegiada de que uno de los hombres más ricos del mundo la haya elegido para visitar el espacio durante once minutos. Tengo que admitir que me emocionó ver su alegría en el video que Bezos subió a Instagram.
Ahora bien, ¿no debería ser para nosotros un grandísimo motivo de gozo que Dios, el ser más poderoso del universo, nos haya escogido para que viajemos hasta las entrañas del mismo cielo? Dice Pablo que “desde el principio Dios [nos] escogió para ser salvos” (2 Tes. 2:13, NVI).
Disfrutaremos para siempre esa salvación cuando hagamos un viaje sin escala “a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Heb. 12:22). Dios nos ha dado esta maravillosa promesa: “Se oirá una voz de mando, la voz de un arcángel y el sonido de la trompeta de Dios, y el Señor mismo bajará del cielo.
Y los que murieron creyendo en Cristo, resucitarán primero; después, los que hayamos quedado vivos seremos llevados, juntamente con ellos, en las nubes, para encontrarnos con el Señor en el aire; y así estaremos con el Señor para siempre” (1 Tes. 4:16, 17).
Seremos llevados al cielo, nadie tiene que quedarse aquí, hay espacio para todos en la nave espacial del Señor.