Y digan a los tímidos: “¡Anímense, no tengan miedo! Dios vendrá a salvarlos, y a castigar a sus enemigos”.
Isaías 35:4, TLA.
Isaías 35 nos transporta mentalmente a ese momento cuando Dios restaure esta tierra, y haya eliminado a quienes la han corrompido. Isaías advirtió al pueblo de Dios de que no se dejaran dominar por el miedo.
Cuanto más grande es Dios en nuestras vidas, más pequeños son nuestros miedos. Cuando Dios abarque la totalidad de tu ser, no quedará espacio para el miedo. Dios se vengará del promotor de todo pánico. Los justos serán recompensados y vivirán eternamente en un universo sin miedo.
Nuestro mundo se ha convertido en un lugar inseguro para vivir. Los miedos se multiplican día a día: miedo al calentamiento global, a un ataque biológico, a una guerra genocida, a terremotos, a tsunamis, a bombas nucleares, al sida, a ser asaltada o violada…
La pandemia de la COVID-19 ha incrementado exponencialmente el miedo: miedo de abrazar, de acercarnos, de salir. Las enfermedades se multiplican. Solo en Estados Unidos se reportan más de 82 millones de personas con enfermedades relativas al corazón y diez millones con osteoporosis.
¿Será esto el resultado del miedo, de cultivar “corazones apocados” y “rodillas endebles”? (vers. 3 y 4). Los periódicos reportan muertes masivas, enfermedades virales que se cobran miles de vidas.
Al momento de escribir, la COVID-19 se ha llevado la vida de más de 6.000.000 de personas. Una pandemia terrible está impactando psicológicamente nuestra cultura, pero no necesitamos contagiarnos de la ansiedad. Necesitamos aprender a escuchar una voz por encima de tanta amenaza: la voz apacible y protectora de Dios. Es mejor alabar a Dios que quejarse.
Convirtámonos en mensajeras de esperanza y fe. Si un virus microscópico ha puesto al mundo entero de cabeza, ¿te imaginas lo que puede hacer un grano de mostaza de fe? Animemos a quienes nos rodean, fortalezcamos las manos cansadas y afirmemos las rodillas endebles; pronto entonaremos el himno de victoria, pronto diremos: “He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; este es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isa. 25:9).
Hagamos de nuestro viaje a Sion un viaje real: ensaya el himno que le cantarás a Jesús en la Tierra Nueva.
¡Desconéctate de las malas noticias y conéctate con las buenas nuevas de salvación!