Su señor le dijo: ‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor’
Mateo 25:23
William Zinsser comenzó su carrera como escritor de obituarios para el Buffalo News. Cansado de buscar palabras para honrar la memoria de los muertos, se armó de valor y le dijo al editor en jefe:
“¿Cuándo me permitirán escribir una historia decente?” Cuenta John Ortberg que, con tono refunfuñón, el viejo editor le dijo: “¡Escucha, muchacho! Nada de lo que escribas será leído con tanta atención como esos obituarios. Si escribes mal una palabra, si confundes una cita, una familia se sentirá herida.
Sin embargo, cuando le haces justicia a una abuela o a la madre de alguien, haces que alguien cante una canción, y te estarán eternamente agradecidos. Pondrán tus palabras en un cuadrito”.136
Desde ese momento, el joven Zinsser comprendió que su tarea no era pequeña y se empeñó en cumplirla con fidelidad. Ese muchacho llegó a convertirse en uno de los mejores escritores de lengua inglesa.
Su libro On Writing Well [Acerca del bien escribir] ha sido el libro de texto para la formación de una nueva generación de escritores.
Si Zinsser no hubiera sido fiel al realizar la pequeña pero importante tarea de escribir obituarios, no se hubiese convertido en el gran maestro del arte de pulir la prosa. Fue lo pequeño lo que lo preparó para lo grande.
En la famosa parábola de los talentos encontramos a Jesús dictando esta sentencia: “Su señor le dijo: ‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor’ ” (Mat. 25:23).
Fiel en lo poco; fiel en lo que no parece trascendental, esa es la propuesta de Jesús. Es la fidelidad en el servicio humilde lo que abre las puertas de las grandes oportunidades.
La fidelidad nos augura más trabajo y la aprobación del Señor. No hay cámaras, ni luces, ni likes (me gusta); pero el Padre, que ve lo que estamos haciendo en privado, pronto nos recompensará en público.
Todo el que asuma con fidelidad las tareas que Dios le ha encomendado recibirá una recompensa maravillosa: entrar “en el gozo del Señor”.
¿Acaso hay un mejor premio que ese? Quizá nuestra fidelidad a Cristo sea motivo de lágrimas en nuestra circunstancia actual, pero muy pronto seremos llenos del gozo inacabable del cielo.
136 John Ortberg, El ser que quiero ser (Miami: Editorial Vida, 2010), p. 247.