Pero el oficial le dijo: ‘Señor, ven pronto, antes que mi hijo se muera’. Jesús le dijo entonces: ‘Vuelve a casa; tu hijo vive’. El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue.
Juan 4:49, 50
Imagina la situación: tú y algunos compañeros de clase necesitan realizar un trabajo en grupo. Después de la reunión, cada uno se encarga de preparar una parte. El día acordado, todos se reúnen de nuevo para comprobar lo que ha producido cada uno. En ese momento, un compañero dice que, “por si acaso”, hizo la parte que te tocaba a ti. ¿Cómo te sentirías? ¿Creerías que tu colega no confiaba en ti para poder cumplir tu parte?
Es realmente malo cuando sucede algo así. Pero, incluso sin darnos cuenta, a menudo actuamos así en relación con Dios. Él nos hace muchas promesas, nos dice que confiemos y creamos en su poder, y terminamos tomando decisiones por nosotros mismos, “por si acaso”, como si él no fuera capaz de cumplir lo que prometió.
¿Puedes recordar un momento en que hiciste esto? Dios dice: “Confía en mí, te cuidaré”. Y piensas, Oh, será mejor que haga esto solo; Dios no me ayudará, de todos modos.
El versículo de hoy narra la historia de alguien que verdaderamente confió en lo que Jesús prometió. Este hombre tenía a su hijo muy enfermo, pero creía que solo la palabra que Jesús pronunciara era más que suficiente para solucionarlo todo.
Imagínate si hubiera pensado: “Oh, ya que Jesús no puede ir a ver a mi hijo ahora, será mejor que me prepare para lo peor. No hay manera de evitarlo”. ¿Sabes cómo termina la historia de este hombre? Veámoslo en la Biblia:
“Mientras regresaba a su casa, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron: ‘¡Su hijo vive!’ ” (Juan 4:51).
Puedes confiar en las promesas que Dios hizo.