Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás?
Romanos 8:32, NTV.
De acuerdo con el Evangelio de Lucas, el día que Pedro, Juan y Jacobo tuvieron su mejor pesca, “trajeron a tierra las barcas y, dejándolo todo, lo siguieron” (Luc. 5:11). Más adelante, Jesús vio a Mateo trabajando arduamente en la cobranza de impuestos “y le dijo: ‘Sígueme’. Él [Mateo], dejándolo todo, se levantó y lo siguió” (Luc. 5:27, 28).
Y, hablándonos a nosotros, el Maestro señala: “Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo” (Luc. 14:33, DHH).
¿Dejarlo todo? ¿Por qué el Señor pide que lo dejemos todo por seguirlo a él? Pablo nos da una respuesta contundente: “Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas?” (Rom. 8:32, DHH).
En Cristo, Dios nos regaló todo el cielo. Cuando el Señor nos pide que dejemos “todo” lo que tenemos, es para darnos todo lo que él tiene para nosotros. David Platt acertó cuando dijo: “Cuando abandonamos las baratijas de este mundo y respondemos a la invitación radical de Jesús, descubrimos el infinito tesoro de conocerlo y experimentarlo”.159
Mi todo “son baratijas”, pero en el “todo” del cielo están los tesoros infinitos. ¿No valdría la pena cambiar nuestro todo por el todo de Dios? En 1873 la señora Frances R. Havergal compuso el himno “Que mi vida entera esté”. En una de sus estrofas, escribió:
“Que mis labios, al hablar, hablen solo de tu amor; que mis bienes ocultar no los pueda a ti Señor”.160
Cuenta la señora Havergal que, tras haber escrito esta estrofa, recordó que había guardado durante muchos años las joyas que usaba antes de ser cristiana. Eran tantas que rivalizaban al cofre de una condesa.
Entonces se dijo a sí misma que no seguiría ocultando sus bienes, y decidió entregar las joyas a una sociedad misionera para que utilizara el dinero en el avance de la causa de Cristo.
¿Qué le estamos ocultando a nuestro Padre? Hoy tenemos la oportunidad de decirle al Señor: “Te entrego todo de mí para recibir todo de ti”. Dios está deseando cumplir su promesa de darnos “todas las cosas” en Cristo (Rom. 8:32).
159 David Platt, Radical (Miami: Unilit, 2011), p. 24.160 Himnario adventista (Florida, Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010), No 248.