Aquella misma noche el ángel del Señor fue y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio, y al día siguiente todos amanecieron muertos.
2 Reyes 19:35.
El rey Senaquerib gobernaba en Asiria. Unos veinte años antes había tomado cautivo al reino del norte, Israel. Ahora, el rey de Asiria pensó que el reino del sur sería presa fácil. Primero envió mensajeros a humillar al pueblo y a blasfemar contra el nombre de Dios.
Los mensajeros mencionaron todas sus conquistas recientes y el hecho de que ninguno de los dioses de esos lugares pudo salvar a los demás pueblos. Así que los animaron a que se rindieran. Además, les aseguraron que si luchaban contra ellos, lo único que iba a pasar es que tendrían “que comerse su propio excremento y beberse sus propios orines” (2 Rey. 18:27).
En esta situación, Ezequías se angustió y le envió mensajeros al profeta Isaías para saber qué decía Dios. Los mensajeros regresaron con una buena noticia de parte de Dios: “No tengas miedo de esas palabras ofensivas que dijeron contra mí los criados del rey de Asiria.
Mira, yo voy a hacer que llegue a él un rumor que lo obligue a volver a su país, y allí lo haré morir asesinado” (19:6, 7). Igualmente, el rey oró con fervor (vers. 15-19).
De manera milagrosa Dios intervino y con el resplandor y el poder de un solo ángel mató a 185.000 combatientes que querían destruir al pueblo de Dios. Este fue un episodio humillante para Asiria, que sirvió para que una vez más el nombre de Dios fuera glorificado.
¿Notaste cuándo llegó la crisis? Justo cuando el pueblo había renovado su pacto con el Señor y había eliminado a los ídolos. Esto nos recuerda que Satanás siempre está alerta. Él no quiere que seamos amigos de Jesús.
Y cuando nos esforzamos por leer la Biblia y orar todos los días, Satanás va a tratar de complicarnos la vida. ¡Pero no te desanimes! Así como leímos en la historia de hoy, Dios puede intervenir, protegerte y darte valor y paz, aun cuando pases por una crisis.