Bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza.
Jeremías 17:7
Confiar solo en las personas es la peor decisión que puedes tomar. Las personas pueden ser inestables, traicioneras, falsas y oportunistas. Pueden mostrar una cara atractiva porque quieren que los ayudes con algo. Pueden llegar a engañarte y a contagiarte algún vicio.
De acuerdo con el profeta, depender de las personas es como un arbusto descuidado, aislado, en terreno maldito (vers. 5, 6). El hombre no tiene nada permanente que ofrecer.
Por otra parte, confiar en Dios implica estudiar su Palabra y obedecerla; y se ilustra con un árbol hermoso al cual no le falta nada: tiene agua, sol y aire. Ese árbol lo plantó el Jardinero divino, y lo cuida y sustenta. “No teme cuando lleguen los calores” porque Dios es su sombra.
En los momentos desafiantes de la vida, el Señor lo protege. “En tiempo de sequía no se inquieta” porque Dios le da paz. “Nunca deja de dar fruto”, siempre prospera, todo le sale bien, porque Dios lo guía (vers. 8). Dios no te busca egoístamente, sino para que logres tus buenos objetivos. ¡Lo que él más quiere es que recibas la salvación y pases la eternidad con él!
Otras veces, las personas ponen su confianza en el dinero o en las cosas materiales. Pero ¿crees que el dinero y las cosas materiales son eternas y permanentes? ¡No! El profeta dijo: “En pleno vigor tendrá que abandonar su riqueza, y al fin solo será un tonto más” (vers. 11).
El profeta termina diciendo que solo Dios es digno de confianza: nadie quedará defraudado, desilusionado o avergonzado al confiar en Dios.
Sin Dios, la vida es un instante; con él, la vida es para siempre, porque si reconoces a Jesús como tu Señor y Salvador, Dios escribe tu nombre en el Libro de la vida.