Di: ‘Reyes de Judá y habitantes de Jerusalén, escuchen este mensaje del Señor todopoderoso, el Dios de Israel: Voy a enviar una calamidad tan grande sobre este lugar, que todo el que oiga la noticia quedará aturdido’.
Jeremías 19:3
Este incidente también está relacionado con una vasija de barro. Ahora Jeremías no fue a observar cómo se fabricaban, sino a comprar una. Dios le indicó que representara ante los dirigentes de la nación lo que iba a suceder: el fin de la nación.
Muy pronto Nabucodonosor iba a rodear la ciudad y llevar cautivos a una gran cantidad de personas. ¿Cómo iba a representar esto Jeremías? Arrojando la vasija de barro con fuerza a la tierra.
En la antigüedad, era costumbre que antes de que los reyes salieran al campo de batalla, hicieran una ceremonia que consistía en arrojar con fuerza una vasija de barro. Así representaban que acabarían con sus enemigos.
Jeremías representó gráficamente lo que iba a acontecer, y cuando la vasija quedara hecha añicos mostraría que la nación iba a ser destruida; al menos por algunas décadas. Como es de esperar, el mensaje irritó a la audiencia al punto que apresaron al profeta por un tiempo.
Algo que tenemos que mencionar es que aunque la nación como tal iba a desaparecer, ese rechazo no implicaba que Dios rechazaba a cada persona individual. Muchas personas decidirían ser fieles en todo lugar.
Los fracasos de Israel le dieron la oportunidad a Dios de abrir la puerta a que los gentiles escucharan el mensaje de salvación. Un día, el mismo Nabucodonosor reconocería a Dios. ¡Qué maravilloso!
Ni la desobediencia nacional ni la personal frustra la gracia divina, sino que los errores humanos permiten que la misericordia de Dios brille aún más.
Gracias a Dios por su gracia y porque nos ama tanto y nos da tantas oportunidades de ser su amigo.