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Cantos tiroleses

Porque has sido mi socorro y así en la sombra de tus alas me regocijaré.

Salmo 63:7.

Hay frases que gustan mucho a los escritores bíblicos y tienden a repetirlas. Una expresión que se menciona hasta en cuatro ocasiones en los Salmos es “a la sombra de tus alas”. Hace referencia a la actitud protectora de las aves cuando recogen a los polluelos bajo sus plumas. Es una imagen preciosa que nos habla de preocupación, cuidado y delicadeza. Nada más suave y calentito que un buen plumaje.

La primera ocasión que se menciona en los salmos es en 17:8, cuando el salmista pide ser liberado y suplica a Dios que lo cuide como la mismísima pupila de sus ojos, y que lo haga bajo la ternura y el poderío de su protección. El autor del salmo pretende esconderse de la vista de los malos bajo dicho espacio, y allí, recogido y silencioso, ver cómo pasan las dificultades. Hay momentos callados para celebrar que estamos junto a Dios. Con susurros personales y secretos en el silencio.

La segunda vez es en 36:7, y expresa el testimonio de los que han pasado la experiencia de resguardarse bajo las alas del Señor. Es tanta la ternura, la misericordia divina, que todos hablan bien de ella. Es como aquellos buenos hoteles de los que solo leemos comentarios positivos. Sus puntuaciones son elevadas. Pues bien, habitar a la sombra de las alas de Dios es de 10 puntos. Cualquiera que haya pasado la experiencia dice que es un amor. Hay momentos de comodidad para celebrar. Esos días en casa, con los nuestros, de largas charlas en quieto solaz. Ese momento de oración y sonrisas.

Otro texto se encuentra en 57:2, y habla del día en que David tuvo que huir de la cueva en la que estaba Saúl. En un mismo espacio, apenas pudiendo respirar, se encontraba su mayor enemigo. Vio la muerte tan cerca que, en cuanto se liberó, escribió este canto. No era un momento para revivir sino para agradecer. Pero, ¿qué mejor que la liberación para ser celebrado? Sus exclamaciones de agradecimiento han surcado los tiempos y siguen resonando hasta hoy. Es la celebración en mayúsculas.

Para mí, la más significativa se halla en 63:8, donde reconoce que Dios ha sido su refugio y decide gritar de alegría. La palabra del original también significa “cantar”. Entonces, el salmista canturrea a grito pelado porque está de fiesta. Esa imagen me recuerda a los cantos tiroleses, cuando entre danzas alpinas imitan el gorjeo de los pájaros. Y es que estar tan alegres bajo las alas de Dios nos hace hasta trinar de felicidad.

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.