Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed…
1 Pedro 1:13
Hay expresiones de la Biblia que no siempre comprendemos porque pertenecemos a culturas distintas. Pedro era un pescador de la Galilea del primer siglo, y tenía maneras de hablar que no siempre se pueden entender.
“Ceñir los lomos” es una de esas expresiones. En la época de Pedro, la gente llevaba un gran vestido que se ataba a la cintura con una tira de cuero. Era incómodo para trabajar y, cuando había que realizar una faena intensa, se colocaba de manera que parecía un pantalón.
A esa forma de arreglarse la túnica se la llamaba “ceñirse los lomos”. En español sería sinónima a nuestra expresión “arremangarse”. Doblamos las mangas de nuestras camisas hasta cierta altura del antebrazo para ponernos a la labor.
Pero ¿cómo se arremanga el entendimiento? Bueno, quizá debiéramos decir “poner a trabajar nuestro cerebro”. Pedro nos está aconsejando que dejemos la mente pasiva y que seamos activos. Vivimos un tiempo en el que la mayoría no quiere complicarse la vida, en el que desean estar cómodos sin cuestionarse demasiado.
Sin embargo, es el momento de la historia en el que más debiéramos pensar por qué sucede lo que sucede. El momento en que dominio propio implique pensamiento propio.
Como afirma Elena de White: “Los hombres se transforman de acuerdo con lo que contemplan. Si pensamientos y asuntos triviales ocupan la atención, el hombre será trivial. Si es tan negligente que no logra más que una comprensión superficial de la verdad de Dios, no recibirá las ricas bendiciones que Dios quiere conferirle.
Es una ley de la inteligencia que esta se empequeñezca o se ensanche en proporción con aquello con que se familiarice. Las facultades mentales se contraerán seguramente y perderán su capacidad para comprender los profundos significados de la Palabra de Dios a menos que sean puestas a la tarea de escudriñar la verdad, vigorosa y persistentemente” (La educación cristiana, p. 258).
Normalmente, confundimos “crítica” con “criterio”. Pedro no nos está pidiendo que repasemos las vidas de los demás, que cuestionemos sus formas de proceder, que evaluemos lo malos que son ellos y lo buenos que somos nosotros.
La crítica desvirtúa la realidad y, por lo tanto, nos desvirtúa a nosotros. No, anhela que tengamos criterio, que pensemos con la cabeza, que contrastemos nuestros principios con la vida y procedamos de forma meditada.
Añade, a esa actitud criteriosa, el concepto de ser sobrios. Una actitud de crítica suele ir acompañada de un estilo de vida frívolo; una actitud de criterio, de un estilo de vida prudente y profundo.
¿Nos arremangamos la mente? ¡Vamos a activar esas neuronas para pensar con criterio!