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Todo al polvo volverá

Todo fue hecho del polvo, y todo al polvo volverá.

Eclesiastés 3:20

Dicen que las oraciones más repetidas por los cristianos son el Padrenuestro, el Avemaría y la Oración de Serenidad. Esta última fue escrita en 1943 por el pastor Reinhold Niebuhr.

Al escuchar los constantes tambores de la Segunda Guerra Mundial, Niebuhr oró:

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para distinguir la diferencia.

Viviendo día a día; disfrutando de cada momento; sobrellevando las privaciones como un camino hacia la paz; aceptando este mundo impuro tal cual es y no como yo creo que debería ser, tal y como hizo Jesús en la tierra: así, confiando en que obrarás siempre el bien; así, entregándome a tu voluntad, podré ser razonablemente feliz en esta vida y alcanzar la felicidad suprema a tu lado en la vida venidera. Amén”.

Es una oración preciosa y llena de sentido, y aunque no creo que tengamos que repetirla cada día, sí nos vendría bien llevar a la práctica cada una de sus peticiones. Hay cosas que no se pueden cambiar ni evitar mientras vivamos de este lado de la eternidad.

Por ejemplo, por más que oremos y clamemos, ninguno de nosotros podrá evadir su cita con la muerte. Con serenidad y esperanza hemos de aceptar que “todo fue hecho del polvo, y todo al polvo volverá” (Ecl. 3:20). Pablo nos ofrece un claro ejemplo de esto.

Tras darse cuenta de que no saldría con vida de su encarcelamiento, el apóstol aceptó con serenidad lo que venía y le dijo a Timoteo: “Yo, por mi parte, ya estoy a punto de ser ofrecido como un sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado” (2 Tim. 4:6, NVI).

En la parte que he puesto en cursiva Pablo usa la palabra griega spendo, que alude a algo que será derramado. Su vida sería derramada para Dios. Para Pablo, era importante acabar su “carrera con gozo” (Hech. 20:24); sin amarguras ni resentimientos, agradecido por el ministerio que Dios generosamente le había dado.

Y mientras transcurría el día a día, y llegaba el momento de la ejecución de la pena, Pablo disfrutó los últimos días de su vida leyendo libros y pergaminos (2 Tim. 4:13).

El final de la reflexión te la dejo a ti. Junto con mi sincero deseo: sé razonablemente feliz.

J. Vladimir Polanco se ha desempeñado como pastor, profesor de teología y editor. Es el Editor de Publicaciones Teológicas de IADPA y director de la revista misionera "Prioridades", publicada mensualmente en cinco idiomas. El es el autor de varios libros.