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Más difícil todavía

A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.

Hechos 23:11.

Tuve un jefe, uno de los mejores con los que he colaborado, que al terminar un trabajo bien hecho nos felicitaba. Era una persona generosa, que no tenía problemas en hablar de lo bueno de los demás.

A continuación, nos proponía nuevos retos. Su frase preferida era: “El buen trabajo se premia con más trabajo”. Para alguien cuya actividad laboral solo sea transaccional, esta puede parecer una frase sarcástica. Pero para aquellos a los que les gusta lo que hacen, es una nueva oportunidad para disfrutar de su vocación, un nuevo desafío.

Lo de Jerusalén era difícil de superar. Había sido un “circo de tres pistas”. Pablo había comenzado en el Templo, tras iniciar su predicación se produjo el alboroto y lo sacaron del lugar con la intención de matarlo. Tomado por los soldados romanos, iba hacia la fortaleza cuando pidió hablar nuevamente ante todo el pueblo.

Da su testimonio, casi lo apedrean y, cuando van a azotarlo, recuerda que es romano. Se libra del tormento y de las cadenas. Al día siguiente se convoca al Concilio; tras algunos rifirrafes con el Sumo Sacerdote y enfrentar a saduceos con fariseos, vuelve de nuevo a la fortaleza. ¿Qué más se podía pedir? Podíamos decir que poco, porque parecía un trabajo inigualable.

A Dios, sin embargo, le gusta el “más difícil todavía” y le pide a Pablo que renueve fuerzas, porque lo de Jerusalén no va a ser nada comparado con lo de Roma. Pablo salió de Jerusalén acompañado de doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros.

¡Vaya espectáculo! Pocas veces se ha visto en un circo tantos caballos. Y así comenzó el periplo de Pablo a Roma, a lo grande. Un viaje que cambió la estructura de todo un imperio y que expandió el cristianismo por cada rincón del mundo conocido. Roma fue para Pablo una oportunidad para su mayor vocación: predicar a Jesús.

¿Cuál era la clave de la grandeza de este hombre? Es fácil, y aparece en el versículo inicial, es la expresión “Ten ánimo”. Una palabra que le gustaba decir a Jesús cuando alguien se enfrentaba a una dificultad o desafío (Mat. 9:2, 22; 14:27; Mar. 6:50; Juan 16:33), una palabra con la que alentaba a Pablo.

Y Pablo accedió y el mundo fue otro.
Hoy, como entonces, se necesitan personas animosas y con vocación de vivir a Jesús. Se vuelve a escuchar la expresión de Cristo: “¡Ten ánimo!” ¿Aceptarás el desafío?

Víctor M. Armenteros es doctor en Filología Semítica por la Universidad de Granada y doctor en Teología (Antiguo Testamento) por la Universidad Adventista del Plata (Argentina). Durante más de una década ha sido profesor de Sagrada Escritura y Lenguas Bíblicas en el Seminario Adventista de España. Actualmente comparte la docencia con la gestión, al ejercer como director de los estudios de posgrado de la Universidad Adventista del Plata y de la sede austral (Argentina, Paraguay y Uruguay) del Seminario Adventista Latinoamericano. Es miembro de la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos. Ha colaborado como traductor en la Biblia Traducción Interconfesional y forma parte del equipo editorial de la revista DavarLogos. Es, a su vez, autor de diversos artículos sobre escritos bíblicos y literatura rabínica.