Yo estoy contigo, te guardaré dondequiera que vayas y volveré a traerte a esta tierra, porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.
Génesis 28:15
En uno de sus sermones, Ethan Magness cuenta la historia de Kevin Martin, que era pastor de una megaiglesia en los Estados Unidos. Pero la iglesia que pastoreaba Kevin tenía tantos desafíos que el pastor cayó en depresión y, en su desesperación, escribió una carta de renuncia a la junta y otra para su esposa y sus hijos, comunicándoles que se iba para no regresar más.
Después de entregar las cartas se subió a su auto y, sin decirle a nadie adónde iba, manejó hasta un pueblito de Canadá, donde consiguió un trabajo como leñador. Se hizo de un pequeño tráiler de metal que convirtió en vivienda y se dedicó a cortar leña.
Una noche invernal, la temperatura descendió a veinte grados centígrados bajo cero, y justo esa noche su pequeño calentador dejó de funcionar. En un arranque de ira e impotencia, Kevin tomó el calentador y lo lanzó por la ventana, solo para darse cuenta de la terrible decisión que había tomado.
Se tiró en el suelo y empezó a golpear el piso de metal con los puños, mientras gritaba: “¡Te odio! ¡Sal de mi vida! ¡Estoy harto de esta farsa religiosa!”
“Estaba tan exhausto que ni siquiera podía llorar –cuenta Kevin–. Entonces, tendido en el suelo, escuché sollozos, pero no eran míos. En la brillante oscuridad de la fe escuché a Cristo sollozar en la cruz. Ahí comprendí que su sangre fue derramada por mí, Kevin el desertor, Kevin el blasfemo. Entonces escuché a Jesús decir: ‘Kevin, yo estoy contigo’ ”.
“Yo estoy contigo” es una promesa que se repite una y otra vez a lo largo de toda la Biblia. Y lo que más me llama la atención de esta promesa es que se aplica a todas las situaciones de nuestra vida. Cuando Abraham mintió sobre su relación con Sara, Dios le dijo:
“Yo estoy contigo” (Gén. 26:24). Cuando Jacob era un forajido, en Bet-el Dios le dijo: “Yo estoy contigo” (Gén. 28:15). Cuando Jeremías temblaba ante la grandeza de su misión, Dios le dijo: “Yo estoy contigo” (Jer. 1:19).
Y hoy, sin importar cuál sea la situación por la que estés atravesando, una vez más te dice: “Yo estoy contigo”.