El que confía en sus riquezas, caerá como hoja seca, pero los justos reverdecerán como las ramas.
Proverbios 11:28
Una vez una maestra preguntó a sus alumnos: “¿Qué esperan lograr después de terminar sus estudios?”. De diez estudiantes, siete respondieron: “Hacer dinero”. Quienes no reconocen que Dios es el que nos provee de todo lo que tenemos y necesitamos, piensan que todo lo que tienen es gracias a su esfuerzo y no creen que sea necesario diezmar u ofrendar.
Ciertamente hay un contraste entre los que confían en Dios y los que confían en las riquezas. De acuerdo con la Biblia, los primeros son hojas verdes y los segundos son como hojas secas. ¿Qué significa esto?
Que el primer grupo, como tiene su esperanza en Dios, vivirá por siempre y podrá disfrutar de todo lo que Dios tiene preparado para ellos por la eternidad; mientras que aquellos que confían en sus riquezas y no en Dios, disfrutarán de esas riquezas el tiempo que dure su vida aquí en la Tierra, pero no podrán vivir en el Reino eterno de Dios.
El apóstol Pablo dice: “Inculca a los ricos de este mundo que no sean arrogantes y que no pongan su esperanza en algo tan inseguro como el dinero, sino que la pongan en Dios que nos concede disfrutar de todo en abundancia” (1 Tim. 6:17, BLPH).
Jesús nunca prometió abundancia de bienes materiales a quienes lo siguieran, tampoco pide que dejemos todos nuestros bienes materiales para seguirlo. No es malo tener dinero, lo malo es poner el dinero antes que a Dios.
Cuando devolvemos el diezmo, ofrendamos y ayudamos a los necesitados, estamos demostrando que confiamos en Dios. No existe riqueza más grande que la justicia que Jesús nos brinda para ser partícipes del reino de Dios. En cuanto a esto, el sabio escribió: “De nada servirán las riquezas el día del juicio, pero la justicia libra de la muerte” (11:4).
Se refiere a la justicia de Cristo. ¿Quieres hablar con Dios para pedirle que te ayude a poner tu confianza siempre en él y no en las riquezas de este mundo?