Diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
Apocalipsis 14:7
Diciendo a gran voz. El mensaje ha de proclamarse en forma audible, con firmeza, con voz potente, segura, y sin miedo. Temed a Dios y dadle gloria. Temer a Dios es adorarlo, y la manera más adecuada de glorificar su nombre es por medio del temor reverente, la sumisión, el respeto, y una absoluta lealtad y entrega total a su voluntad.
Este temor a Dios es envidiado por Satanás, por eso lleva la adoración a algún extremo: la adoración falsa, llena de emociones pero vacía de reverencia a Dios; o el servicio a Dios con miedo, lleno de formalismos. Cuando caes en alguno de esos dos extremos, el enemigo se roba tu alabanza: “Satanás se esfuerza constantemente por presentar falsamente el carácter de Dios, la naturaleza del pecado y los verdaderos asuntos que están en juego en el gran conflicto. […] Al mismo tiempo les hace aceptar falsas ideas acerca de Dios, de suerte que lo miran con temor y odio más bien que con amor. Atribuye al Creador la crueldad inherente a su propio carácter; la incorpora en sistemas religiosos y le da expresión en formas de culto” (CS, p. 625).
El enemigo sabe que el verdadero temor a Dios trae muchas bendiciones, y se esfuerza por evitarlo. El respeto a Dios destruye todo miedo, proporciona la paz genuina, garantiza la misericordia divina, te enseña a confiar, te evita tratar a Dios con familiaridad irrespetuosa. Entonces adoras a Dios como a él le agrada y merece, no como te place. Su gracia te calificará para reemplazar el miedo por la piedad santificada.
El capítulo 14 de Apocalipsis contrasta dos temores: el temor a Dios ,que guía a la obediencia, y el temor a la persecución final. Un temor siempre eliminará al otro, dependiendo a cuál alimentas más adecuada y consistentemente. El mensaje de temer a Dios y darle gloria es oportuno en el período representado como “la hora del juicio”. Es el período que inició en 1844.
A medida que la hora del juicio avanza, la humanidad se entregará más y más a dioses materialistas, mezclando el culto a Dios con la egolatría, la frivolidad y aun la blasfemia, diluyendo la debida reverencia a Dios. Satanás sabe que “si temes al Señor, no necesitas caminar en medio de la incertidumbre. Si lo complaces, obtendrás todo lo que necesita tu alma” (CDCD, p. 332).