Tú eres mi refugio: me proteges del peligro, me rodeas de gritos de liberación.
Salmos 32: 7
Huberta era un hipopótamo que nació en las hermosas campiñas de Zululandia. Un día, no sabemos por qué, abandonó su hogar y empezó a caminar hacia el sur. Caminó por carreteras, vías férreas, jardines, pueblos y granjas, alimentándose de las plantas que encontraba por el camino y bebiendo cuando y donde quería. Finalmente, llegó al pequeño pueblo de Chasuble-Natal, donde se instaló en una pequeña represa cercana a una vía férrea.
Mucha gente seguía a Huberta y nadie la dejaba tranquila. Algunos intentaron capturarla y enviarla a un zoológico, pero no pudieron, por lo que continuó su viaje hacia el sur del reino zulú.
Cerca de la ciudad de Durban paseaba por la playa y nadaba en el mar (jeso debió de ser muy divertido para ella!). Entró a trompicones en una fiesta elegante, sin invitación. Incluso los poderosos zulúes, que eran una tribu salvaje, le tenían miedo.
Tres años después de iniciar su viaje, Huberta llegó a East London, en Sudáfrica, y encontró un lugar acogedor para dormir: las vías del tren. Un tren no logró despertarla, así que el maquinista aminoró la marcha y la sacó de las vías con suavidad e ilesa. Pero, por desgracia, no todo el mundo fue tan amable con Huberta. Algunas personas malas la encontraron y acabaron con su vida.
Nunca se supo por qué Huberta abandonó Zululandia, donde estaba protegida y tenía un hogar seguro, pero parece que a ella solo le gustaba pasear. Hay gente que hace lo mismo. Incluso los niños, a veces, prefieren seguir su propio camino que estar a salvo bajo la protección de Jesús.
Me alegro de que tú hayas escogido quedarte con Jesús.