En aquel día restauraré la casa caída de David. Repararé sus muros dañados. De las ruinas, la reedificaré y restauraré su gloria anterior.
Amós 9: 11, NTV.
Los voluntarios del Centro de Fauna Salvaje de Willowbrook, en Estados Unidos, se sorprendieron cuando trajeron al centro una tortuga con un enorme trozo de caparazón roto en un costado. Las tortugas se mueven tan despacio que a menudo son atropelladas por los vehículos, y rara vez sobreviven, pero esta estaba muy viva.
Se podían ver los pulmones y otros órganos de la tortuga a través del agujero del caparazón, pero, por lo demás, la tortuga estaba sana. Los voluntarios se miraron estupefactos. ¿Qué debían hacer?
Tras investigar un poco, descubrieron que había esperanza para la tortuga si encontraban a un dentista dispuesto a ayudar con sus conocimientos dentales y algo de acrílico dental. Una de las voluntarias estaba casada con un dentista que estaba dispuesto a ayudar.
Así que, una tarde, el dentista acudió al centro de fauna salvaje con algunos suministros dentales y, tras hora y media de trabajo, la tortuga tenía un bonito parche azul en el caparazón. El parche impermeable protegería los órganos que había debajo y permanecería en su lugar mientras se curaba el caparazón de la tortuga.
¿Te has caído alguna vez y te has raspado una rodilla o un brazo? Duele, ¿verdad? A veces, duele tanto que no puedes dejar de llorar. Y si te has fracturado un brazo o un tobillo, sabrás el dolor que se siente. ¡Eso sí que duele!
Las personas también pueden destruir su vida como sucedió con el caparazón de la tortuga. Quizá conoces a alguien, o has oído hablar de alguna persona, que bebe mucho alcohol o que consume drogas. Esas personas están destrozando su vida. Si rompes un juguete, es posible que termines botándolo, pero Dios nunca desecha a nadie.
A Dios le gusta arreglar las cosas. En la Biblia hay muchas promesas que nos dicen que si creemos en Dios y le entregamos nuestro corazón, él reparará lo que esté roto en nuestra vida y nos dejará como nuevos.