La belleza incorruptible de un espíritu suave y tranquilo […] vale mucho delante de Dios.
1 Pedro 3:4
La granja en la que vivo en el suroeste de Inglaterra está rodeada de apacibles pastos verdes. La mayoría de estos pastos están ocupados por vacas lecheras, pero en el prado que veo desde la ventana de mi cocina vive también otra familia: una familia de faisanes.
No me sorprende que hayan elegido ese campo. A los faisanes les gusta vivir donde la tierra es húmeda y fértil, y ¿qué lugar puede ser más húmedo y fértil que los pastos de Inglaterra?
Antes me molestaba un poco cuando pensaba en los faisanes, pues el macho es hermoso y colorido, mientras que la hembra es aburrida y marrón. No me parecía justo, hasta que me enteré de que ese color monótono y aburrido reduce las probabilidades de que la mamá faisán sea atacada por un enemigo. Su color le sirve para camuflarse. Y como su principal trabajo cada año es incubar y proteger a sus polluelos, esto resulta ser muy útil.
La Biblia cuenta la historia de Rahab, una mujer que conocía la importancia del camuflaje. Cuando los mensajeros del rey de Jericó fueron a su casa en busca de los espías israelitas, no pudieron encontrarlos. Rahab había escondido a Josué y a sus hombres en los montículos de grano que se almacenaban en su tejado. Su fidelidad al mantener a salvo a estos hombres condujo a la salvación de Rahab y de toda su familia.
A veces, no nos damos cuenta de que los atributos que Dios nos ha dado son una bendición. La hembra del faisán, por ejemplo, no tiene un color tan bonito como el macho, pero Dios la creó así para protegerla a ella y a sus crías. ¿Tienes algún talento único que no has sabido apreciar? Si entregas todo tu ser a Dios para su servicio, él te mostrará los maravillosos planes que tiene para ti.
Joelle.