¡Ah, si solo hubieras hecho caso a mis mandatos! Entonces habrías tenido una paz que correría como un río manso.
Isaías 48: 18, NTV.
¿Te cansas de oír todo lo que no tienes que hacer? Cuando era pequeña, siempre me decían: «No vayas en bici por la calle», «no juegues con el fuego de la chimenea», «no te burles de tu hermano pequeño», «no bajes sola al arroyo»… ¿Te suena de algo?
Me costaba mucho recordar todas estas normas y a menudo me hacía daño por no obedecer. Pero las advertencias también son útiles. Las señales de stop, de prohibido el paso, los semáforos en rojo y las señales de pintura húmeda nos salvan de hacernos daño o de hacérselo a otra persona.
A mi marido y a mí nos encantaba ir de acampada, y siempre nos gustaba llevarnos a Friedle, nuestra perrita salchicha. Era una perrita muy dulce y normalmente se portaba muy bien.
Pero una vez fue diferente. Estábamos acampados en las montañas del sur de California, en medio de un prado, y había una valla de alambre de espino con señales de prohibido el paso que nos rodeaba. Varias veces Friedle se alejó cerca de las vallas, pero le silbábamos y volvía corriendo.
Un día, cuando el sol se estaba poniendo, vimos una silueta oscura en el bosque, más allá de la valla, y Friedle también la vio. Salió disparada por debajo de la valla y no hubo llamada ni silbido que la detuviera. Pronto oímos el ruido de dos animales peleándose, pero las vallas nos impidieron ir a rescatar a Friedle. Cuando volvió, estaba cojeando y con marcas de mordiscos que parecían de un coyote.
Su desobediencia le causó una dolorosa infección y costosas facturas veterinarias. La experiencia de Friedle me recuerda a las veces que no presté atención a las señales de prohibido el paso que Jesús pone para enseñarme en algunas historias de la Biblia.
También me recuerda las veces que no escuché la suave llamada de Jesús, o la voz de mis padres y maestros cuando me alejaba de lo que era correcto.