Pero Jonás, en lugar de obedecer, trató de huir del Señor, y se fue al puerto de Jope, donde encontró un barco que estaba a punto de salir para Tarsis; entonces compró pasaje, y se embarcó para ir allá.
Jonás 1:3
¿Crees que es posible que la pimienta se mueva por sí misma sobre el agua? Prueba colocando agua en un plato hondo y vierte en ella un poco de pimienta, con cuidado, para que flote en la superficie.
Ahora echa una gota de detergente en tu dedo y toca el centro de la mezcla. ¿Qué ocurre? Verás la pimienta «huye» hacia los bordes del plato. Esto se debe a las moléculas del que detergente se esparcen como una fina película sobre la superficie del agua, empujando la pimienta hacia los lados.
AL RECIBIR EL LLAMADO DE DIOS, EL profeta Jonás hizo lo mismo que la pimienta del experimento de hoy: huyó. ¿Cuántas veces hemos huido de los llamados divinos?
¿Has utilizado alguna vez alguna de estas justificaciones?
Me da vergüenza hablar de Jesús.
Nadie quiere oírme hablar de Dios.
Tengo miedo de lo que van a pensar de mí.
Dios nunca dijo que te correspondiera a ti juzgar el llamado. Él dice: «¡Ve!». Y espera que tu respuesta de fe no sea un análisis de las circunstancias, las personas o el lugar, sino un «Heme aquí» lleno de fe.
Cuando dudamos y huimos, estamos demostrando que no confiamos plenamente en la sabiduría de nuestro bondadoso Padre.
El llamado de Dios para nosotros está lleno de amor y propósito. Cuanto antes lo reconozcamos, antes entenderemos qué hacer de su llamado una prioridad es también hacer de nuestra felicidad una prioridad.
Así que, si te sientes llamado, no pongas excusas, no tengas miedo; simplemente responde: «HEME AQUÍ, SEÑOR; ¡ENVÍAME A MÍ!»