Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres.
Filipenses 2:6, 7
Hasta donde me conozco, creo que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por ayudar a los indigentes… excepto llegar a ser uno de ellos (al menos, no voluntariamente). Si mal no recuerdo, he visitado a los presos y a los enfermos pero, si de mí dependiera, no visitaría cárceles ni hospitales porque son lugares en los que no me gusta estar.
Y cuanto más pienso en esto, más me cuesta entender cómo Dios llegó a despojarse de sí mismo y a hacerse uno de nosotros. Y peor aún: ya siendo uno de nosotros, cómo llegó a vivir una vida de humillación hasta el mismo fin. ¡Qué fácil de escribir y qué difícil de entender! Pero, aun cuando no logro entender esto, he llegado a pensar que el pecado debe ser malo en un grado superlativo si fue necesario que Dios se humillara hasta ese nivel.
Si te fijas en el pasaje de hoy, verás que todo el lenguaje está en tercera persona: él no estimó ser igual a Dios; él se despojó; él tomó la forma de siervo; él se hizo semejante a los hombres. Toda esa humillación fue un proceso totalmente personal y voluntario de parte de Dios. Nadie podía convencerlo de que no lo hiciera; nadie podía obligarlo a que lo hiciera.
Era tan fácil para Dios decir: “No puedo hacer eso, yo soy Dios, tengo que estar al pendiente de todo el universo, ¿cómo voy a dejar todas mis cosas para hacerme un ser humano?” Pero él no se aferró a su divinidad. ¡Para nosotros es tan fácil y común aferrarnos a cualquier cosa como excusa para dejar de hacer algo que debiéramos hacer!
A veces hasta las inventamos, porque no existen. En realidad, podríamos darle un curso a Dios de cómo excusarse para no hacer algo; pero no creo que Dios esté interesado, él no es así. En lugar de aferrarse, él se despoja; en lugar de mantenerse en las alturas, él se humilla; en lugar de demostrarnos lo distinto que es de nosotros, él se hace semejante.
¿Quién puede ignorar tanta humildad y tanto amor? ¿Quién puede presumir de sacrificio o esfuerzo, si lo compara con lo que hizo Dios por nosotros? Lo mejor es caer de rodillas, dar gracias y usar el resto de nuestras vidas para servirlo con amor. ¿Qué te parece tomar estas decisiones hoy?