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Hasta que llegaron al puente

«Un amigo es siempre afectuoso, y en tiempos de angustia es como un hermano». Proverbios 17: 17

UN DÍA ME LEVANTÉ y, como de costumbre, salí a pedir en el semáforo. Ese día pasó un carro con dos jóvenes y les pedí dinero. Ellos me dijeron que no tenían, pero si quería comer ellos me comprarían comida. Les dije: «Así son todos los que ofrecen y no compran nada». Unos quince minutos después me llamaron y fui con ellos a un restaurante de comida rápida. Allí conversamos. El menor me dijo que se llamaba José y el mayor Fride. «Me llamo Manuel Gómez, pero me dicen Pipo», les dije. Ellos se fueron y dejaron conmigo una revista: El Centinela.

Al día siguiente regresé a mi semáforo habitual. Ese día volvieron los muchachos, pero esta vez con ropa. Yo me alegré mucho de verlos. Compartieron un rato conmigo y se fueron. Llegó la noche y volvía a dormir debajo del puente, en una casa improvisada con el cartón de una nevera. Al tercer día volvieron los muchachos, y comprendí de que no era una casualidad.

El menor me dijo que tenía una pregunta que hacerme: ¿Te gustaría acompañarnos a la iglesia? Yo contesté: «Visitarme tres veces no es una casualidad, Dios tiene algo para mí por medio de ustedes. Sí, quiero ir a la iglesia, pero, ¿dónde me voy a bañar». El joven me dijo que ya estaba todo arreglado, que en su casa me tenía ropa y zapatos. Así que fuimos.

Nunca me había sentido tan bien como en esa iglesia. Todos los hermanos me abrazaban como si ya me conocieran. Al concluir la actividad mis nuevos amigos me llevaron a su casa y allí viví durante dos meses. Al finalizar este periodo decidí bautizarme y al salir del agua dije que iba a servir al Señor y así fue. Me bauticé el 10 de enero de 2010 y un día después ocurrió el terremoto que sacudió Haití.

Trabajé para Dios ayudando a esas personas durante un año y Dios me acompañó todo ese tiempo. Al momento de escribir esta reflexión llevo seis años sirviendo a Dios, sin mirar hacia atrás.

Aunque estés afligido no temas, que Dios es el doctor por excelencia, tu refugio y esperanza. Dios te bendiga grandemente en este día.

Manuel Gomez (Pipo), Puerto Rico

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