Categories

Archivos

¡Maravilloso Dios!

«Señor y Dios mío, muchas son las maravillas que tú has hecho y las consideraciones que nos tienes. ¡Nada es comparable a ti!». Salmo 40: 5

MIRÉ MI RELOJ, marcaba las 3:50 pm y pensé: «¡Es demasiado tarde!». Algo me decía: «Debes regresar rápido», así que manejamos y me detuve en un lugar llamado Las Cruces. Sin decir nada a los pastores que me acompañaban me estacioné y dije: «Disfrutemos de la naturaleza». Inmediatamente me percaté de un auto rojo estacionado a cierta distancia y vi a una pareja que discutía acaloradamente. Al salir del auto sentimos el aire frío, caminamos un poco y con templamos el bello paisaje: pinos, ovejas y colinas.

Nos dispusimos a continuar nuestro largo viaje pero en eso me di cuenta de que la mujer que había estado discutiendo en el carro rojo venía corriendo hacia nosotros. «¡Pastor Frey!», gritó desde lejos. Se notaba que había estado llorando. «A sus órdenes -le contesté-. ¿En qué le puedo servir?». «¿Pastor, puede acompañarme por unos instantes?». Así que atendía su petición y fui con ella hacia el auto rojo. Allí se presentó: «Yo soy Sofía y él, Hermenegildo, mi esposo. Nos estamos separando, tenemos una pequeña hija, él no es creyente, no quiere nada con Dios. Esta semana nos han pasado cosas extraordinarias pero no acepta que Dios es quien está obrando en favor nuestro.

»A pesar del frío vinimos aquí a platicar; él no quería venir pero aquí estamos. Sé que ustedes tienen prisa por llegar a su destino, pero no es coincidencia que estén aquí. He pedido a Dios que haga un milagro en él y cuando vi que era usted en el carro supe que Dios lo había enviado. Pastor, por favor, ore por nosotros».

Platicamos durante un buen rato, aunque nos parecieron que fueron pocos minutos. Al final el hombre dijo: «Lo he escuchado predicar en la radio, pero nunca me imaginé verlo, mucho menos en este lugar». Le dije: «Dios acomodó todo para este encuentro». Se tomaron de la mano, se abrazaron y oré con ellos. Al terminar la oración el hombre dijo: «Lucharé por salvar mi matrimonio, he decidido entregar mi vida a Cristo».

Sofía lloraba sin control, yo temblaba de frío, mis compañeros esperaban dentro del auto. Al regresar al vehículo me preguntaron: «¿Todo bien?». «¡Excelente, Dios acaba de hacer un milagro!», les respondí.

Frey Gómez, México

Lecturas devocionales para jóvenes 2018
365 vivencias de jóvenes como tú