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Nunca estamos solos

«¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?» (Heb. 1: 14).

-¡Buenas noches, abuelos Loshack! -saludamos al irnos de su casa, luego de la cena.

Comenzamos a caminar por la ruta Dore River hacia nuestra casa. Era una noche muy oscura; la luna no brillaba y no teníamos una interna. ¡Qué situación difícil! Pero no había alternativa, así que continuamos caminando.

«¡Snap!» se oyó entre los arbustos que lindaban la angosta ruta de tierra.

-Mamá, ¿qué fue eso? -susurró la pequeña voz de niño del pequeño a mi lado.

-Probablemente, un ciervo que pisó una rama -contesté con tanta tranquilidad como pude.

Seguimos caminando en silencio, cuando justo arriba de nosotros, en una rama que colgaba sobre el camino, nos asustó un «¡Buuuh, buuuh, buuuh, buuuuuh!»

-Mamá, ¿Qué fue eso? -me preguntó mi hijo, con voz temblorosa.

-Simplemente, el Sr. Búho que llama a la Sra. Búho -respondí.

Tenía la certeza de que ese era un búho, no estaba adivinando.

Ya estábamos cerca de la entrada a nuestra casa, cuando escuchamos, en la quietud de la noche, el inconfundible sonido de un puma.

-Mamá, ¿qué fue eso? -susurró el pequeño, ahora realmente asustado.

-Ese fue un puma, pero está del otro lado del río -respondí.

Realmente esperaba que estuviera del otro lado del río, y no en el campo aledaño a nuestra casa. Tomé la mano de mi hijo con fuerza y lo apuré a recorrer la larga entrada. Solo cuando la puerta estaba cerrada y reforzada, y las luces prendidas, respiré con alivio.

Mark nunca se había dado cuenta de nuestro peligro; él solo sabía que su madre estaba con él, sosteniendo su mano, y que estaba a salvo. Así como yo sabía que nuestros ángeles guardianes habían caminado con nosotros, por esa ruta oscura y solitaria. Muchas veces, cuando nos encontramos en una situación nueva y atemorizadora, casi entramos en pánico. Pero cuán bendecidos somos de saber que nuestros ángeles guardianes siempre están con nosotros, aunque no los veamos. Nunca estamos solos; ¡nunca! «Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos» (Sal. 91: 11). ¡Qué oración de alabanza y agradecimiento dediqué a nuestro Padre Celestial! Estábamos en casa y a salvo. Nunca estuvimos solos. ¡Nunca!

MURIEL HEPPEL

Lecturas devocionales para mujeres 2018
Bendecida – Ardis Dick Stenbakken