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Guiada desde el comienzo

«El Señor te guiará siempre, te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos, serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan» (Isa. 58: 11).

El sol matutino ya comenzaba a iluminar el cielo oriental. Esa mañana dormí un poco más de lo habitual, porque había vuelto a casa tarde de un ministerio musical en un Estado cercano, Acomodé las almohadas para estar sentada sobre la cama, ya que no quería levantarme todavía. Mi mente recordó años pasados.

En ese tiempo, había tenido un trabajo con un sueldo adecuado. Pero luego, por una serie de eventos, me encontré viviendo en un pequeño pueblo, con poco trabajo y pagos que no cubrían los gastos básicos para vivir. En diez años había tenido tres de esos trabajos. Asistí a clases en un centro de formación profesional, para mantener mis capacidades actualizadas, pensando que volvería a conseguir un trabajo; pero no resultó así. A pesar de esto, con bastante creatividad, gané dinero a través de comisiones. Por más gratificante que fuera esto, no me alcanzaba el dinero.

Cuando se terminaron mis ahorros, comencé a sacar dinero de mi cuenta de jubilación, para poder seguir pagando la hipoteca. Entonces, al ver que la cuenta de jubilación se estaba acabando, puse mi casa en venta. Nunca había salteado una cuota ni la había pagado tarde, dado que sentía que debía cuidar la reputación de Dios ante mis vecinos no cristianos. ¡Qué ingenua! Tenía que aprender que Dios es más que capaz de cuidar de su propia reputación.

El mes anterior a que cerrara mi cuenta de jubilación, comencé a tomar trabajitos pequeños y más comisiones. Para fin de mes, tenía suficiente dinero para pagar las cuentas. Y lo mismo se fue repitiendo por un par de años, dándome tiempo para dedicarme también al ministerio musical, que siempre había sido mi mayor pasión.

Y aquí sentada, observando el amanecer, con el corazón lleno de gratitud por la dirección de Dios, entendí cómo mi vida reflejaba su plan de salvación. Sin importar cuánto luchara por «trabajar», por «ganar», mis débiles intentos de ganar el favor de Dios son totalmente indignos. Solo cuando saco el énfasis de mis propios esfuerzos para lograr el deseo de mi corazón, es cuando recibo las bendiciones para esta vida y las bendiciones para la vida que vendrá. Solo tenía que abandonar mi lucha y dejar todo a los pies de mi Padre. ¡Él es más que capaz y sus promesas son verdaderas!

SYLVIA STARK

Lecturas Devocionales para mujeres 2018
Bendecida – Ardis Dick Stenbakken