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Tuxie

«Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad» (Jer. 31: 3).

Se vestía de traje negro, con cuello blanco y guantes. Fue un miembro de nuestra familia durante la mitad de la vida de nuestros hijos. Tristemente, lo enterramos este verano.

De niña amaba a mis mascotas, especialmente las que se acurrucaban conmigo; de adulta, a Tuxie lo alimentaba, lo protegía, limpiaba sus líos y pagaba las cuentas médicas luego de sus peleas. Su amor consistía en seguirme. Los abrazos eran cortos. El amor era según sus términos, ya que se retorcía y sacudía hasta que lo soltaba. A menudo, me preguntaba por qué soportaba su actitud egocéntrica.

La relación de Tuxie conmigo reflejaba mi relación con Dios. Dios nos creó, nos ama y suple todas nuestras necesidades de aire, comida, buena salud, ropa, refugio y transporte. Hasta suple muchas de las cosas que queremos: autos, computadoras, ropa bonita, torta con helado y vacaciones. Disfruta regalándonos cosas buenas. Quiere abrazarnos fuerte y comunicarse con nosotros, lo cual llevará a una adoración sincera y verdadera, amor, y una obediencia alegre. Pero ¿cuán a menudo actuamos como Tuxie, siguiéndolo a cierta distancia y sin entregarle todo nuestro corazón? ¿Actuamos de manera distante hasta que se cierra la puerta, y luego hacemos alboroto para poder entrar, retorciéndonos hasta que logramos lo que queremos?

Decimos que amamos a Dios pero, como Tuxie, es según nuestros términos; y esperamos que eso no afecte nuestra relación con él. Decidimos cómo celebrar el sábado, establecemos nuestro propio estándar de vestimenta o nuestra ética laboral. Incluso al adorar, olvidamos alabarlo por su santidad y sus bendiciones. Olvidamos preguntarle qué desea que hagamos o cómo hacerlo. Acudimos a él con una lista de necesidades y deseos, y directamente le pedimos que sane a un amigo, que se concrete el negocio que estamos buscando, o que nos proteja mientras salimos corriendo a conquistar el mundo.

Dios nos hizo perfectos, hermosos e inteligentes. Jesús dejó el cielo por 33 años para amarnos y mostrarnos cómo amar somos sus criaturas; dependemos del cuidado de Dios para sobrevivir. Pero, como Tuxie, somos complicados y difíciles de amar. A pesar de eso, ¡él promete atraernos con bondad y un amor eterno!

Amamos al pequeño gatito que Dios puso en nuestra vida y le agradezco por valerse de esa relación para mostrarme el amor incondicional de Dios. Hoy mismo quiero ser más fácil de amar.

ELIZABETH VERSTEEG ODIYAR

Lecturas Devocionales Para Mujeres 2018
Bendecida – Ardis Dick Stenbakken