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¡El día de la independencia!

«Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres». Juan 8: 36

UNA NOCHE, mientras predicaba, vi entrar a un caballero alto y robusto; su pelo gris daba a entender que tenía al menos cincuenta años. Por el tambaleo con que caminaba era evidente que estaba ebrio. Se sentó en la primera banca y escuchó el resto del sermón. Aquella noche estaba predicando acerca de la libertad que solo podemos obtener en Cristo.

Pocos instantes después de haberse sentado el caballero comenzó a llorar. Cada vez que yo decía que Jesús puede darnos la libertad, el caballero respondía: «Eso es lo que busco». Cuando hice el llamado a pasar al frente, aquel hombre se acercó a la plataforma, se arrodilló y llorando comenzó a pedirle al Señor que le diera la libertad que tanto anhelaba.

Cuando terminó el servicio conversé con aquel hombre. Me contó que llevaba veinte años luchando contra el alcohol; él sabía que era un esclavo del vicio, su adicción le había ganado el desprecio de sus hijos y se había divorciado varias veces. Oré con él y luego lo vi marcharse en silencio, con el rostro empapado por sus lágrimas.

Pocos días después, aquel caballero regresó a la iglesia; ya no estaba ebrio y llevaba consigo una Biblia. Al finalizar el servicio pidió conversar conmigo. Fuimos al mismo lugar donde habíamos conversado la vez anterior y allí me contó lo que le había sucedido aquella noche al salir de la iglesia.

«Pastor -me dijo-, aquella noche regresé a mi casa. No tenía con quién hablar, pero yo sabía que algo había pasado en mí. Así que me arrodillé y de nuevo le pedí al Señor que me diera libertad. En el acto me sentí como si me hubiesen quitado un enorme peso de encima». Pocos días después de aquel incidente aquel caballero fue bautizado. Al salir del agua gritó delante de todos: «Soy libre».

Hoy te pregunto: ¿A qué eres esclavo? La verdad es que no importa el qué, pues Jesús puede darte la libertad que tanto anhelas. Has estado leyendo este libro durante varios meses ya; tu ánimo se ha fortalecido al leer las vivencias de JÓVENES COMO TÚ, pero quizás sientas que te falta algo: libertad.

Hoy te invito a arrodillarte y pedirle al Hijo que te liberte. Si tu sueño es ser libre, el sueño de Jesús es darte esa libertad.

Moisés Valdez, República Dominicana

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