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Recuerdos de mecedora

«En mi lecho me acuerdo de ti pienso en ti toda la noche. A la sombra de tus alas cantaré”

(Sal. 63: 6, 7).

El calor de las brasas casi extintas llegaba a cada rincón de la habitación. Lucecitas anticuadas brillaban en el árbol navideño. Con los pies apoyados cómodamente en el taburete, mi esposo se acurrucó y me abrazó con fuerza. Los platos hondos, que habían estado llenos de sopa de verduras y choclo bien caliente, yacían vacíos al final de la mesa. Nuestro fin de semana de Año Nuevo en nuestra cabaña preferida en las montañas, terminaría mañana, al volver a la ciudad.

-Cuéntame sobre tu Navidad preferida -me alentó mi esposo.

-Bueno, mi tradición familiar abarcaba a mi hermana casada y su familia, con quienes celebraba cada Navidad en el antiguo Mission Inn en Riverside, California. Recuerdo los pisos de madera brillantes y la decoración inglesa antigua; y especialmente, las cebollas en crema y las batatas acarameladas. ¿Y tú? –le pregunté.

-Bueno, como teníamos una casa con techos altos, cada Navidad mi papá traía un árbol que llegaba al techo. Amaba esos árboles… excepto un año. Ese año, papá trajo a casa un árbol la mitad de grande que siempre. Al examinar el árbol visualmente, con ojos de un niño de ocho años, ¡la Navidad estaba arruinada! Corrí a mi habitación y lloré desconsoladamente. Finalmente, mamá persuadió a papá a que devolviera ese árbol y trajera el tradicional árbol gigante. Para mí, la Navidad volvió a ser Navidad. ¿Recuerdas otra Navidad?

-Sí; cuando mamá abrió una bolsa de harina y encontró un folleto con recetas de galletitas navideñas. Pasamos toda la tarde probando cada receta. Mi preferida fue las estrellas espolvoreadas con azúcar. Todavía tengo ese folleto en algún lugar.

Recuerdos. Cómo corremos por el camino olvidando los recuerdos que alguna vez llenaron nuestros corazones de gozo. Yo los llamo «recuerdos de mecedora».

Una amiga de hace mucho tiempo me dijo: «Asegúrate de llenar tu mente de hermosos recuerdos. Nunca sabes cuándo el dolor o la enfermedad te robarán el gozo presente». Esas palabras se hicieron realidad para ella en los últimos meses de su enfermedad, cuando cada día yo ponía una rosa perfumada en su almohada.

Te invito, querida lectora, a llenar tu mente con hermosos pensamientos y hermosos recuerdos. Saborea esas experiencias

EDNA MAYE GALLINGTON

Lecturas Devocionales Para Mujeres 2018
Bendecida – Ardis Dick Stenbakken