«El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado»
(Prov. 11: 25).
Soy meticulosa con mis tazas de «café». Tienen que tener la forma adecuada, el peso adecuado, el diseño tiene que ser atractivo y el interior debe ser de un color claro. Tenía un cajón lleno de tazas en mi oficina; algunas me encantaban, otras no tanto, ¡y además, había una para cada estado de ánimo y estación!
Acababa de pasar Navidad y, una tarde, estaba sentada en la sala de Personal, tomando una taza de té en una taza bastante nueva que, rápidamente, estaba convirtiéndose en mi preferida. Una de mis colegas admiró la taza y me preguntó dónde la había comprado. Luego, me contó que para Navidad había recibido un pijama y una bata del mismo color y diseño que mi taza. Nos reímos y le aseguré que mi taza no había venido con un juego de pijamas.
Cuando volví a mi oficina, un pensamiento cruzaba una y otra vez por mi mente: «Jill, ve y dale tu taza a Esther.»
¿Qué? ¿Regalar mi hermosa taza? «Sí, Jill, dale tu taza a Esther». Pero… pero… pero… Se me ocurrieron todo tipo de excusas para quedarme con mi amada taza.
Pronto, me di cuenta de lo egoísta que estaba siendo con una simple taza. Sin pensarlo más, caminé hasta la oficina de Esther y le di mi taza. Le dije cuán divertido sería tomar café en una taza que hacía juego con su pijama y bata. Ella no quería aceptarla, pero yo insistí.
A la mañana siguiente, Esther apareció en mi oficina con una pequeña tarjeta y un libro de poesías, a modo de agradecimiento.
Luego de desearme un lindo día, Esther salió de mi oficina pero, instantáneamente, se dio vuelta y volvió. De pie junto a la puerta de mi oficina, me dijo:
-No le he dicho esto a nadie, salvo a mi esposo, pero en dos semanas me realizarán una biopsia de pulmón. El regalo de tu taza, ayer, significó mucho para mí. Representó más que una taza; esa acción me dijo que le importo a las personas. Es muy significativo para mí, y no sé cómo podré agradecértelo.
Nos abrazamos y hablamos unos minutos más. Yo estaba llena de gozo por haber escuchado la indicación de Dios de regalar mi taza. ¡No estoy segura de quién recibió la mayor bendición ese día!
JILL RHYNARD
Lecturas Devocionales Para Mujeres 2018
Bendecida – Ardis Dick Stenbakken