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Mi cuaderno especial

«Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre»

(Sal. 136: 1).

Cuando pasamos por momentos tristes en la vida, es reconfortante recordar cómo pudimos manejar situaciones similares en el pasado. Esa es la razón por la cual tengo un cuaderno especial, en el cual escribo cada pedido que hago a Dios. Si me responde, lo escribo el día exacto en que sucede. También escribo palabras de gratitud y alabanza a mi Señor, cuando me da cosas que ni siquiera pedí, pero que proveyó en su misericordia. Muchas veces las leo silenciosamente, e instantáneamente me siento reconfortada. Es mi especial tesoro.

Un episodio especial de mi vida que registré, fue cuando quise enseñar en la Facultad de Odontología en mi ciudad. Envié mi currículum a la persona a cargo del departamento. Luego de leerlo, dijo que me llamaría, porque pensaba que era excelente. Tres veces, en distintas ocasiones, me llamaron para entrevistar me. Siempre recibía la misma respuesta: «Te llamaremos».

Luego de la última reunión, me sentí muy decepcionada. Sabiendo que esos sentimientos no eran saludables, decidí vaciar mi corazón ante mi mejor Amigo, mi Señor, y pedirle que se hiciera su voluntad. Lo escribí como una carta, explicando lo que sentía y lo que esperaba. Específicamente, escribí que esta sería la última vez que iría a una entrevista allí. Si me llamaban para ofrecerme el trabajo, iría; de lo contrario, no iría.

Sorpresivamente, eso sucedió. Viajé fuera del país para las vacaciones navideñas y, cuando volví, luego de que el avión aterrizó, prendí mi teléfono celular. Tenía tres mensajes de la universidad, diciéndome que me necesitaban urgentemente. Asombrada, exclamé: «Oh, Señor, ¡qué maravilloso eres! ¡Mi alma lo sabe muy bien!»

Por supuesto, ese día escribí inmediatamente en mi computadora portátil un testimonio sobre la respuesta de mi Dios, el mismo Dios que oyó a su pueblo en el desierto. «Señor, ¡alabado sea tu nombre siempre!»

Muchas veces oigo a amigos decir que luego de orar piensan que Dios no los escucha. Los animo a tomar un cuaderno, y registrar todas las necesidades que tienen y que se las presenten al Señor. Así como el pueblo de Israel, ¡nos olvidamos de cuán maravilloso es el Dios a quien servimos! Esta es una manera especial de tener en mente todos los regalos que recibimos.

MARÍA GABRIELA ACOSTA DE CAMARGO

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