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Planes diabólicos

Lecturas devocionales para Mujeres 2019

Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safiera su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer y trayendo solo una parte, la puso a los pies de los apóstoles». Hechos 5:1,2.

Cuidado con querer hacerte la pícara. Los demás solo pueden ver lo externo, pero Dios mira el corazón. Qué pena que de la mujer en cuya historia hoy reflexionamos no quedó un buen testimonio en la Escritura. Safira decidió colaborar con su esposo en un malvado plan que atentaba contra la unidad y la pureza de la iglesia primitiva, tal como es descrita en el libro de los Hechos.

Allí, en los primeros capítulos se presenta una iglesia de un solo sentir, una iglesia que se preocupaba de los pobres e indigentes, una iglesia dispuesta a entregarlo todo por el bien de la causa de Jesucristo. Estas personas se habían desprendido del orgullo y la avaricia, lo de cada uno pertenecía a todos. ¡Qué entrega ejemplar!

Pero en el capítulo cinco aparece una pareja con otras intenciones. Safira y su esposo Ananías decidieron vender una propiedad para contribuir a la iglesia. Se comprometieron a entregar a la causa de Cristo todos los beneficios de aquella venta. Luego decidieron quedarse con una parte del dinero y mentir, diciendo que esa era la cantidad total que habían recibido. La Escritura es clara cuando afirma que Safira no fue engañada. Ella sabía lo que Ananías pretendía, y lo apoyó. Cuando Pedro enfrentó a Safira a causa de lo que había hecho, le dio la oportunidad de recapacitar y corregir la falta cometida, pero ella siguió mintiendo sobre el precio de venta. En justa retribución, al instante cayó al suelo y murió (Hechos 5:8-10).

Es posible que muchas damas consideren que el apóstol, y por consiguiente Dios, fueron muy severos. Es posible llegar a tal conclusión si se ha pasado por alto el contexto de los hechos. Safira estaba siendo una nota discordante en media de una orquesta de creyentes dispuestos a dar su vida par el avance del evangelio. Dios estaba derramando su gracia en abundancia en media de su pueblo, a tal grado que entre ellos no había ningún necesitado. Es decir, no había razón para la acción de Safira.

Ese es el trabajo del enemigo: confundir nuestra mente para hacernos perder de vista las bendiciones del Señor. No te dejes tentar por la avaricia ni por la mentira.

Laura Fernández

Lecturas Devocionales Para la Mujer 2019
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