Pequé contra Jehová.
2 Samuel 12:13.
Qué bella sencillez hay en las palabras de nuestro texto: «Pequé contra Jehová». Esto es todo. Tres palabras bastan para cambiar toda la vida de un ser humano, y para alterar todas sus relaciones con la justicia divina. No es fácil decirlo. A David le costó un buen tiempo poder expresarlo. Había pasado un año desde su transgresión. ¿Cómo fueron esos días para él? «Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día» (Sal. 32:3, 4).
Hubo largos meses de silencio sombrío, de una tortuosa experiencia espiritual, a causa de la desaprobación divina, que, como los dientes de una serpiente, inyectaba veneno en sus venas. Su cuerpo sufrió. Su corazón sufrió. Y el verdor de su alma se convirtió «en sequedades de verano» (vers. 4). Esto fue lo que obtuvo por su pecado. Un momento de turbio deleite animal, y largos días de agonía. Durante meses, su conciencia estuvo en llaga viva, hasta que, finalmente, todo ese malestar interior encontró su cauce en las dulces lágrimas del arrepentimiento. La visita del profeta Natán abrió los diques para que el dolor del rey fluyera como un río.
Cuando escuchó la tierna, ingeniosa y poderosa parábola de Natán (12:1-4), un destello de generosa indignación caló el corazón del rey (vers. 5, 6), mostrando su nobleza, aunque aún no había reconocido que él era a quien estaba condenando. Y el profeta, con una triple palanca, derribó la estructura de la persistente negación de David: en primer lugar, la apelación al amor de Dios (vers. 7, 8). Dios te otorgó todo lo que tienes (vers. 7, 8). Él te ama y busca tiernamente tu arrepentimiento. En segundo lugar, la revelación del pecado. Tu pecado tiene nombre y apellido: «adulterio y asesinato» (vers. 9). Y, en tercer lugar, la solemne advertencia de sus consecuencias (vers. 10, 14).
Dios te busca pacientemente con su Espíritu para quitar el velo con que cubres tus pecados. El amor infinito de Dios disuelve toda resistencia. Dios te busca pacientemente con su Espíritu para que le pongas nombre y apellido a tu pecado. Dios te busca pacientemente con su Espíritu, para que veas las consecuencias de tus pecados. Dios te busca pacientemente para darte la paz de la salvación.
Oración: Señor, no dejes de buscarme como buscaste a David.
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