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Lecturas devocionales para Jóvenes 2019

Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Juan 4:5, 6.

Por el año 30 de nuestra era, Jesús llegó a un pozo que tenía dos mil años de antigüedad.

Jacob cavó ese pozo cuando habitó en el valle de Siquem. Ahí creció José, y el pozo formó parte de su herencia.

Cerca de ahí, Dina salió a pasear y se metió en problemas con los paganos. Fue deshonrada por Siquem. Cerca de ahí estuvo la aldea de Hamor, el padre de Siquem, la que fue atacada y quemada por Simeón y Leví, hermanos de Dina. Cerca de ahí, a 220 metros, los israelitas sepultaron los huesos de José.

Durante veinte siglos, el pozo de Jacob les había dado de beber a los amorreos, a la media tribu de Manasés, a los extranjeros que los asirios transportaron a Samaria, y a los samaritanos, y ahora que Jesús tenía sed, le pidió agua del pozo a una mujer de Sicar. Ella le dijo que el pozo era hondo.

Los pozos hondos tienen buena agua, bien filtrada. El pozo de Jacob tenía 40 metros de profundidad y 2.9 de ancho. Hoy mide 23 metros de profundidad, pues durante algún tiempo estuvo cegado por escombros y piedras que le arrojaron.

Jacob hizo un buen trabajo. Encontró un buen manantial. Después de veinte siglos, el pozo seguía dando de beber a hombres y animales. El pozo aún tiene agua. Se le puede visitar, pues se localiza a tres kilómetros al sureste de Nablus. El lugar, de gran atractivo histórico y arqueológico, es considerado santo por judíos, cristianos y musulmanes.

La lección del pozo de Jacob es útil para los jóvenes de hoy. Cuando hagamos algo, hay que hacerlo bien, para que dure mucho tiempo como el pozo de Jacob. Entre sus virtudes, Jacob practicaba la excelencia. Dios quiere que tú también seas excelente.

365 Lecturas Devocionales Para Jóvenes 2019
Volando Alto – Alfredo Campechano