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Oración por obreros

Lecturas devocionales para Adultos 2019

Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

Mateo 9:37-38.

Jesús recorría los polvorientes caminos de Galilea motivado por su compasión. Predicaba, sanaba, enseñaba. Y se compadecía de las multitudes agobiadas y desamparadas como ovejas sin pastor.

Nada es mas triste que un pueblo desorientado. Los hebreos tenían líderes religiosos y políticos capaces y responsables con su misión. Estaban tan comprometidos con la obra del Señor que olvidaron al Señor de la obra. Todo su celo y su inteligencia servían a ideales y objetivos espurios: querían vengarse de los romanos y sustituir aquel imperio por uno global gobernado por un judio. Tan intenso era aquel deseo que comenzaron a interpretar la profecía imponiéndole ese ideal. Es una desgracia para el corazón humano leer la Palabra de Dios con los lentes de las propias ideas. Dios no había prometido eso; su promesa era de orden espiritual, no político.

Si hoy Jesús recorriera las ciudades y los pueblos del mundo, tendría la misma impresión que tuvo en Galilea: ¡la gente está desamparada y agobiada! Muchos dirigentes del mundo, tanto religiosos como políticos, explotan al pueblo para llenar sus bolsillos y perpetuarse en el poder. Están lejos de Dios. Y el pueblo perece, desorientado.

La compasión de Jesús lo impulsa a ver a las multitudes hambrientas de esperanza. Por eso les dice a sus discípulos que la cosecha es abundante, que está lista (Mat. 9:36, 37). Y les pide: “Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (vers. 38). El justo que ora se identifica con la causa por la que ora. Luego de aquel pedido, Jesús envió a sus discípulos a predicar el evangelio (Mat. 10:1).

Hace dos mil años comenzó la cosecha de la mies con la predicación de Jesús, cuando anunció la llegada del Reino de los cielos (Luc. 4:14-21), y terminará cuando él venga por segunda vez a establecerlo eternamente (Dan. 2:44). Mientras tanto, ¡que rebosen nuestros corazones de esperanza y compasión, para servir al Señor como «obreros de la mies»!

Oremos por la cosecha, ¡con una hoz en la mano!

Oración: Señor, envíame a mí.