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Oración del Sacerdote

Lecturas devocionales para Adultos 2019

Y Jesús decía: Padre, perdónalos,porque no saben lo que hacen.

Lucas 23:34.

El Maestro que hablo palabras de vida durante tres años y medio lleva su cruz en silencio, porque se ha tornado en el “Cordero de Dios” (Juan 1:29). Los corderos mueren sin quejarse.

Una gran multitud lo ha seguido al Calvario. Muchos se mofan de su afirmación de ser el Hijo de Dios y el Mesías de Israel. Él no se queja. Es el Cordero.

En el ojo del huracán, en medio de un torbellino de abuso, desprecio y feroz regocijo por sus sufrimientos, Jesús no devolvió ninguna burla, ni lanzó ningún grito de dolor ni respondió a la provocación. Se cumplieron en él las palabras del profeta Isaías: «Angustiado el, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isa. 53:7). Pero si abrió su corazón y sus labios balbucearon una oración intercesora por aquellos pecadores: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34). El Cordero se había tornado Sacerdote, para interceder por los pecadores.

Jesús olvida sus dolores, y piensa en el pecado de sus perseguidores y en su retribución. No le duele su castigo sino el castigo futuro de esa gente. Muere como ha vivido: bendiciendo. No invoca venganza sobre los autores de su tortura, sino que expresa un atenuante: “No saben lo que hacen”.

Estos no son hombres ingenuos. No solo atenían contra el único nacido de mujer que no tiene mancha, atentan también contra la justicia y el sentido común, pues matan a un inocente.

Así, Jesús adquirió el derecho a ser el Abogado del hombre en la presencia del Padre. Sus primeros casos: estos hombres envilecidos que tramaron su muerte, y los de los crueles soldados que se han mofado de él y se juegan sus ropas al pie de la cruz.

“Esa oración de Cristo por sus enemigos [también] abarcaba al mundo. Abarcaba a todo pecador que hubiera vivido desde el principio del mundo o fuese a vivir hasta el fin del tiempo” (DTG 694).

¡Tú y yo estamos incluidos en esta oración! ¡Tú y yo hemos herido a Jesús! Nuestros pequeños actos mezquinos, nuestra cotidiana indiferencia hacia los que sufren, que nos sacan de la comodidad, nuestro maltrato a quienes más nos aman, hieren a Jesús.

¡Adoremos, pues, al ensangrentado Sacerdote que muere por nosotros bendiciendo!

Oración: Señor, gracias por tu intención.