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Pureza

Lecturas devocionales para Jóvenes 2019

Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva.

Lucas 1:46-48.

María fue una joven privilegiada. Dios la llamó para gestar en ella a su divino Hijo. María vivía en Nazaret, un pueblo de mala fama, pero ella y su Hijo lo reivindicaron. Las dos personas más virtuosas vivieron en el pueblo menos valorado de Galilea.

María fue humilde. Se declaró sierva de Dios. Solo una mujer humilde podía concebir al que se declaró “manso y humilde de corazón” (Mat. 11:29). Ella fue obediente. A los ojos de la gente, iba a ser una madre soltera, pues aunque estaba desposada con José, el matrimonio no se había consumado. Se arriesgó por Dios.

María fue valiente. Una mujer encinta antes de casarse era mal vista. Si había sido embarazada por otro que no fuera el esposo, los adúlteros podían ser apedreados (Deut. 22:23, 24). José, que era “justo” (Mat. 1:19), podía disolver el compromiso. Pero María fue pura. Un ángel tuvo que convencer a José de que en las entrañas de su desposada no se gestaba el hijo de la vergüenza sino el de la honra.

Muy pocos reconocieron la pureza de María. Tuvo que vivir con un signo de interrogación en la frente. Pero María no tenía por qué bajar la mirada. Su mejor argumento fue su Hijo, pues en él se reunían todas las gracias del cielo. No había ido a la escuela; nadie podía decir que los maestros de la sinagoga cincelaron su carácter perfecto. Su Maestro fue el Espíritu Santo, y su maestra humana fue María.

María tuvo muchas virtudes, pero resalta como un buen modelo de pureza femenina. Toda señorita cristiana que sigue su ejemplo de pureza es reconocida en su familia y su iglesia, y muy estimada en el cielo.

Cuando Dios necesitó una joven pura para que su Hijo obtuviera la naturaleza humana, buscó a María. Si en vez de haber nacido hace veinte siglos, el divino Hijo de Dios tuviera que nacer hoy, te habría elegido a ti, preciosa señorita que cuidas lo más valioso que Dios te ha dado, la pureza.