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Dominarse o ser dominada

Matutinas para Mujeres 2020

«Los hijos de Israel les decían: «Ojalá hubiéramos muerto a manos de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos ante las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos»»

(Éxodo 16: 3, RV95).

Conoces la fábula del gato glotón? Cuenta esa fábula que un gato muy glotón, que se pasaba el día comiendo, se hallaba merodeando por el mercado cuando vio a un pescador que llegaba a su puesto con un cesto lleno de sardinas. Solo de verlas, al gato se le hizo la boca agua. «¡Me­nuda fiesta me voy a dar!», pensó. Y, en un descuido del mercader, el gato dio un salto, robó una sardina y se la llevó entre los dientes. El hombre lo persiguió por todo el mercado pero el gato glotón, velozmente, logró escapar. Corriendo, fue a parar a un río. De pronto, vio allí a otro gato con una sardina entre los dientes. «Esa sardina se ve más grande y más rica que la mía», pensó. Así que soltó su sar­dina y se abalanzó sobre el gato, cayéndose a las profundidades del río.

Existía ya una fábula con la misma moraleja que esta, escrita por el genial Félix María de Samaniego, que decía así: «A un panal de rica miel, dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron, presas de patas en él; otra dentro de un pastel enterró su golosina. Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que las domina». ¡Qué verdad tan grande! La glotonería, el vicio, la incapacidad de tener dominio sobre nuestros deseos incontrolados (de lo que ni siquiera nos hace bien) se convierten antes o des­pués en prisiones para nosotras.

Precisamente para que no caigamos en el error de la glotonería, la Biblia nos ofrece palabras sabias. «Si eres dado a la glotonería, domina tu apetito» (Prov. 23: 2, NVI), leemos en Proverbios. ¿Por qué? Porque «los borrachos y los glotones acaban en la ruina» (v. 21). ¿Quién querría acabar en la ruina? Ruina económica, ruina moral, ruina espiritual… Aprendemos esta lección tomando como referencia al pueblo de Israel en su peregrinar por el desierto. ¿Cómo es posible que prefirieran las ollas de carne que comían en esclavitud que la dirección de Dios hacia la libertad?

La libertad de los apetitos, las pasiones, la glotonería, la avaricia y la codicia se encuentra en Cristo. Él, a través de su Espíritu, nos concede el fruto del dominio propio. ¿Qué te parece si le pedimos hoy que nos lo conceda?