«Respeta a los ancianos. Teme a tu Dios»
Lev. 19:32
Un día me llamó mi abuela de 93 años. Tenía malas noticias. «Me retuvieron la licencia de conducir», me dijo.
Había ido al Departamento de Vehículos Motorizados para renovar su licencia; pero se quedaron con la antigua y no te dieron una nueva.
Con su fuerte acento alemán, me explicó lo que había hecho mal durante la prueba de manejo (según el inspector de tránsito);
-No di vuelta la cabeza en una calle. ¡Yo sabía que no venía nadie!
Y la abuela continuó:
-Además, el inspector me dijo; «No puede hacer sus señas».
-¿Qué? -le pregunté- ¿Te refieres a señas con las manos?
-¡Sí! -exclamó la abuela- ¡Hacíamos esas señas hace sesenta años! Ahora tenemos todo adentro del auto: señas y luces. No tenemos necesidad de hacer señas por la ventanilla.
Me siento mal por la abuela, porque este fue un golpe fuerte para ella. Ella tiene un auto, pero ya no lo puede conducir más.
-Cuando las cosas salen así-me dijo-, te sientes muy anciano y listo para morir.
Está llegando el día en que tú obtendrás tu licencia de conducir. Y pienso en mi abuela, que perdió la suya.
Así que solo diré esto: cuando estés andando y veas a alguien como mi abuela, alguien mayor que está conduciendo más lento de lo que a ti te gustaría, o no de la manera en que tú aprendiste a conducir, sé paciente. Para ellos, conducir es tan importante como lo será para ti.